IV Edición

Curso 2007 - 2008

Alejandro Quintana

Ficción realidad

Suyay Chiappino, 15 años

                       Colegio Guaydil (Las Palmas)  

Se que te sorprenderé, papá. Dame días, meses, años... Creceré y seré tal y como esperas que sea. Escribiré tanto como mis manos me empujen a hacerlo guiadas por el deseo inquieto de mi alma y los impulsos de mi imaginación.

Hablaré de estrellas. La polar, por ejemplo, esa que encuentras en el extremo de la cola de la Osa Menor. Una noche oscura, fresca, en la que salgas a fumar al aire libre para que el humo no nos moleste podrás observar la cúpula abovedada de terciopelo negro y verás brillar los puntitos de luz. Su titilar guiará a los nómadas en los desiertos y a ti, papá, te recordará que yo escribí sobre una de ellas.

Compondré sobre la luz. Sí, sobre la luz. Nada interesante, pensarás, pero te equivocas. Sí, te equivocas. La luz, los colores... ¿Qué sería de la vida sin ellos? Sin ella. Te hubiera resultado imposible decidirte por el color de la camiseta que llevas hoy y no te hubieras mirado al espejo para comprobar cuál te favorece más. No nos haríamos la pregunta: “¿Cuál es tu color favorito?”. No habría  oscuridad, porque todo sería oscuro.

Culpa al sol del gran bien de la luz. Encarcélalo a él por tener que agradecerle tanto y a la lámpara no la discrimines porque solo pretende suplir humildemente la importante labor de la gran bola amarilla, que también es naranja y a veces la he visto roja. La admira, pero no logra alcanzarla.

Podría escribir sobre el agua. Otro tema ridículo, vuelves a enfurruñarte. No, no. Piénsalo. El agua no tiene color ni forma. No disfruta de olor ni sabor. Solo es un fluido que, como tal, fluye. Penetra por la tierra y sobre la roca se desliza rápidamente. Cuando ve asomarse al sol no resiste a evaporarse y dejar atrás todo lo interesante, el mundo al completo. Definitivamente ridícula. Aun introduciéndola en nuestros cuerpos huye ante la primera oportunidad de desgaste. Si no fuera porque es tan vital para nuestra supervivencia, no la mencionaría si quiera.

Papá, escribiría sobre muchas cosas más. Para enorgullecerte, ¿de qué querrías que escribiera ahora? Lo imagino, pero ningún pensamiento es suficientemente original para sorprenderte. Sé que a ti no sorprenden muchas cosas. Eres un hombre de ojos verdes y tu pelo, antaño negro, comienza a ser cano, mi larguirucho narigón. Cuesta verte sonreír, tu semblante es serio. Siempre pensando, ingeniando, estudiando la próxima jugada para algún proyecto que se convierta en el triunfo de tu vida. Sin embargo, sabes bien cuál es tu victoria. Cada día al llegar a casa la saludas: tu esposa, tus hijas, tu vida. ¿Qué has hecho con tu vida más que entregarla a cambio de nuestra felicidad?