VII Edición

Curso 2010 - 2011

Alejandro Quintana

Fronteras para un
campo abierto

Patricia Garay, 15 años

                 Colegio Ayalde (Bilbao)  

Últimamente se habla mucho de la Ley Sinde. Las noticias la mencionan y en internet, páginas y páginas se suceden para dar voz a la opinión del pueblo. ¿Se trata de un nuevo movimiento artístico? ¿Es Sinde, acaso, una estrella del fútbol?

No es más que una ley que, a simple vista, parece prometer el paraíso pero, en realidad, nos lleva a las puertas del infierno, sin billete de vuelta: prohíbe las descargas en internet y cancela las webs con los links de las películas, música, etc.

Encierra en un círculo, que cada vez se estrecha más, el modo tecnológico más a mano, libre y de opiniones abiertas: la Red.

Un joven, en sus ratos libres y, utilizándola con medida, solo tiene que pulsar un botón para que en la pantalla se le abra un mundo por el cual se puede navegar por todo el planeta.

Para culminar esta diversión, existen series, películas, programas,… online. ¿Te perdiste el capitulo nuevo de “El mentalista”? Solo tienes que entrar en webs que te faciliten el link para verlo en tu ordenador.¿No encuentras en las tiendas esa película antigua de Cary Grant que, cuando eras pequeño nunca viste porque tus padres te mandaban a jugar con: “cuando seas mayor, podrás verla”?. Solo tienes que teclear en ese aparato que ha revolucionado nuestra generación y descargarte la famosa cinta “de mayores”.

Salen a la palestra los derechos de autor pero, a decir verdad, ¿quién quiere comprar un DVD que por 12 euros, si en veinte minutos puedes descargar esa misma película y disfrutarla con palomitas en el sofá?

Por mucho que se den retoques para adornar la Ley Sinde, nos están quitando nuestra novedosa diversión. Si la aceptamos, millones de jóvenes no podremos volver a encender un ordenador sin pensar en el triste destino de todas esas hermosas películas y canciones, tierra inexplorada que pudimos conquistar y perdimos por no reaccionar a tiempo.