XX Edición

Curso 2023 - 2024

Alejandro Quintana

Gracias al deporte 

Alfonso Pérez-Victoria, 17 años

Colegio Mulhacén (Granada)

A tres días del debut de la selección Española de fútbol en la Eurocopa, que se celebra en Alemania, y a dos meses de los Juegos Olímpicos de París, me vienen a la cabeza algunos momentos en los que un evento deportivo ha unido a todos los españoles, dejando atrás las diferencias para celebrar juntos los goles de un equipo, la carrera de un nadador, los puntos de ventaja de un tenista o el logro de una medalla de bronce en la competición de trescientos metros valla.

Carlos Alcaraz se proclamó campeón de Roland-Garros a sus veintiún años de edad en una trepidante final contra Zverev. El partido nos mantuvo a todos pegados al televisor durante más de cuatro horas. Eso es lo fascinante: no solo los amantes del tenis estuvimos pendientes de la retransmisión, sino multitudes que apenas saben nada de tenis. Que alguien que desconoce lo que es una derecha invertida o un saque abierto pase tanto tiempo ante una final de un deporte hacia el que no sienten especial afinidad porque compite un chico de Murcia que puede pasar a la historia, se me antoja emocionante.

La celebración cada cuatro años de los JJOO es uno de mis acontecimientos favoritos. Toda la familia vivimos pendientes de los velocistas que se juegan las medallas, algo que nos daría igual si no estuviera la bandera española ondeando entre tantas. Nos quedamos pendientes de la calle número seis, ansiosos de que nuestro compatriota adelante al atleta canadiense; también de las sorprendentes acrobacias de las chicas que forman el equipo de gimnasia rítmica; si participan las españolas, deseamos que no se les caigan las mazas al tapiz. Pero lo mejor es el momento en el que nuestros campeones, en pie, escuchan el himno nacional, aunque no lo podamos cantar porque carece de letra. Nos  alegramos por tantas medallas ganadas incluso en deportes que ni sabíamos que existían.

Dejo para el final al fútbol y su cualidad de unir a gente de equipos tan distintos e, incluso, enfrentados. Acompañar a la selección española en un Mundial o en una Eurocopa demuestra que hemos nacido para entendernos. Los culés defendemos cada entrada de Ramos o Carvajal, antes de comprobar en la repetición si el rival se ha tirado al suelo en una pantomima. Del mismo modo que blaugranas, merengues, colchoneros y todos los demás vibramos a una con el gol de Morata que nos prendió la ilusión por la Eurocopa pasada, más allá de colores y escudos.