IV Edición

Curso 2007 - 2008

Alejandro Quintana

Gran corazón

Rebeca Molledo. 15 años

                   Colegio Alcazarén (Valladolid)  

Hola. Me llamo Isabel y hasta hace unas horas creí estar en el cielo.

Desde que era bebe siempre me ponía enferma. Papá y mamá estaban muy preocupados .Yo no sabia muy bien por qué, ya que yo era la que sentía el dolor. Como eran mis padres y me conocían tan bien, podrían sentir lo que sentía yo. Todas las semanas me llevaban al medico. Éste no ponía muy buena cara al reconocerme y siempre tenía largas conversaciones con mis papas .Yo no entendía lo que decían, pero aun así sonreía para que la enfermera me dijera que me había portado bien y me diera una piruleta. En algunas ocasiones papá y mamá se ponían muy tristes cuando salíamos del hospital tras mi revisión semanal. ¿Que había hecho yo?

Una mañana en el colegio me puse muy enferma y los profesores llamaron corriendo a la ambulancia. No era la primera vez. Cuando llegué me atendió mi medico de siempre, que estaba serio y triste. Me llevó al quirófano rápidamente.

Al despertar me dolía muchísimo el pecho. Lo tenía envuelto en vendas y del brazo me salía un cable que iba a parar a una botellita con agua. A la primera que vi fue a mamá, que me dijo que me había pasado dos días enteros durmiendo. ¡Caray! Yo no sabia que se podía dormir tanto. Mamá llamó a una enfermera y ésta me cambio la botellita de agua por otra, después me puso un termómetro y anoto la temperatura. Más tarde llegó mi medico, que respiró profundamente y me explicó todo: mi corazón estaba enfermo y que él lo tenía que cuidar hasta que llegara uno nuevo y sano. Hasta entonces tendría que vivir en el hospital. Me puse muy triste porque, de este modo, no volvería a ver a mis papas ni a mis amigos del colegio ni a mis abuelos.

Los primeros días fueron muy raros, pero con el tiempo conocí a niños a los que les pasaba lo mismo que a mí. Por las mañanas íbamos a una sala en la que había muchos libros y dos pizarras. Allí una señora muy simpática nos daba clase de matemáticas, lengua, ingles… A veces me recordaba a mi antigua profesora y a mis viejos compañeros y ponía triste. Al mediodía dos enfermeras me traían la comida, unas pastillas que sabían fatal y me cambiaban la botellita de agua, que con el paso de las semanas aprendí que se llama suero. Por la tarde llegaba el medico y me hacía un montón de pruebas que yo odiaba.

Aunque papá y mamá venían a visitarme todos los días un ratito yo les echaba de menos, quería tumbarme en mi cama, abrazar a mi osito de peluche, tumbarme en el sofá para ver dibujos animados, coger mis muñecas y pasarme horas y horas jugando con ellas. Estaba cansada de pruebas y de médicos.

Cada día que pasaba sentía que tenía menos fuerzas.

Una mañana desperté y ahí estaba mi mamá.¡Qué sonriente y guapa estaba! Me dijo que hoy era un gran día; el mejor. Algo bueno pasaba, algo muy bueno.

Los médicos estuvieron toda la mañana con mamá para decirle que había llegado un corazón para mí. Eso quería decir que podría volver a mi casa y que se acabarían las pruebas, las botellitas de suero, la dieta del hospital…. Estuve todo un día sin comer y al día siguiente, por la mañana, las enfermeras me llevaron otra vez a quirófano. Sentí que iba a ser

diferente: me iban a quitar mi corazón enfermo para colocarme otro sano.

Volvería a ser una niña normal.

Cuando llegue a quirófano ahí estaba mi medico, vestido de azul con una mascara sobre la boca y la nariz. Y mas gente igual que él. Esta vez me miraba muy sonriente y me gustaba su mirada. Las enfermeras me colocaron en medio de la sala, me cambiaron la botellita de suero y me pusieron otra.

Después el doctor me puso una mascarilla, me dijo que contara hasta diez y…

No se que pasó después porque me morí y me fui al cielo. La verdad es que el paraíso se parecía mucho a la vida de la tierra: todo era blanco y había más gente como yo, que estaban en camillas también muertos. Supuse que esperábamos la bienvenida de Dios, pero la primera que apareció fue una chica muy joven vestida de blanco que no se parecía en nada a los ángeles dibujados en mis libros de religión, ni tampoco a la Virgen María. Estaba muy sonriente y no tenia pinta de estar muerta. Confusa, le pregunté si me iba a llevar con el Señor. Ella se río y me dijo que, de momento, donde me iba a llevar era a que me vieran mis papas ¿Ellos también se habían muerto?

Pronto se acabaron las preguntas.

La chica me condujo hasta la habitación de siempre. Allí estaban papá, mamá y mi medico. De nuevo llevaba el pecho repleto de vendas. Comprendí que no estaba muerta y le di gracias a Dios y después deje que mamá me abrazara y llorara, pero esta vez de alegría. Me gustó mucho ver a todos tan felices.

Después de dos semanas, el medico me dijo que podía volver a casa.

Y aquí me encuentro. De momento no puedo ir a clase, pero ya he visto a todos mis compañeros porque han venido a visitarme y comprobar que mi cicatriz es de verdad y mucho mas grande y mejor que las de las películas.

También mis abuelos se han puesto muy contentos y me han regalado un montón de cosas.

Espero que los demás niños del hospital encuentren pronto un corazón como el que alguien me regaló.