XVI Edición
Curso 2019 - 2020
Homenaje a Julio Cortázar
Paula Contreras, 16 años
Colegio Senara (Madrid)
Dejando los motivos a un lado, veamos la manera adecuada de estornudar.
El estornudo es inevitable, un acto reflejo. Si éste acecha, se iniciará con un ligero y molesto picor en la nariz. En ese mismo instante, rápido como el rayo, deberá vaciar todos sus bolsillos en busca de lo único que puede salvarle: un pañuelo.
El género del pañuelo no es de vital importancia: puede ser desechable, de tela… pero elija lo que elija, su decisión contribuirá al bienestar final tras la exhalación de este fuerte ciclón.
Si la ocasión lo requiere, en caso de que no tenga un pañuelo, la mano puede hacer la misma función. En este caso, resulta un poco desagradable.
Puede ser que todas sus precauciones resulten inútiles y que este enérgico viento dé comienzo. Si es así, empezará una serie de repeticiones (de número indefinido), cuyo ímpetu hará que la cabeza se le incline hacia delante involuntariamente.
Se estima que la duración del estornudo puede ir de tres a ocho segundos.
Una vez expulsado este violento huracán, sentirá una gratificante sensación de alivio y podrá seguir con su vida normal, la que estaba llevando a cabo antes de que el altercado ocurriese.
Velocidad a la que puede viajar el aire de un estornudo humano: entre ciento diez y ciento sesenta kilómetros a la hora.