XVIII Edición
Curso 2021 - 2022
Impotencia literaria
Óscar Sakaguchi, 17 años
Preparatoria de la Universidad Panamericana
(Ciudad de México, México)
La tarde del cinco de marzo de 2022 se produjo una riña durante un partido de fútbol entre el Querétaro y el Atlas. Minutos después de haberse iniciado el segundo tiempo, los ánimos se calentaron en el Estadio Corregidora. Las barras de ambos equipos comenzaron una pelea campal en las tribunas, así que el partido se suspendió en el minuto sesenta y dos. Esa tarde fuimos testigos de lo que puede provocar una pasión descontrolada. La gente suplicaba piedad en los pisos del estadio, los niños se quitaban el uniforme de sus equipos para evitar que les golpearan los de la hinchada contraria, los de mayor edad sufrieron toda clase de violencia... ante una evidente ausencia de elementos de seguridad.
Esa noche me encontraba revisando un texto con una amiga, en una videollamada. En cuanto nos enteramos de lo ocurrido, interrumpimos nuestro trabajo para buscar información sobre el terrible suceso. Ambos nos quedamos anonadados ante los videos que mostraban el desastre, y nos sentimos invadidos de una rabia tremenda. Decidí que teníamos que hacer algo, y se lo comenté a mi amiga. Ella lo cuestionó, pues qué acciones pueden impulsar dos jóvenes ante una situación tan por encima de sus posibilidades de influencia. Optimista, le respondí que debíamos escribir. Pero las palabras que pronunció me provocaron una impotencia que aún resuena en mi mente: «Eso no cambiará nada».
En estos momentos, con la cabeza más fría, considero que aquel comentario fue un tanto pesimista, pues es claro que lo literario goza de una fuerza singular ―pensemos en las repercusiones que tuvo, por ejemplo, el Manifiesto del Partido Comunista de Engels y Marx en el siglo pasado―. Sin embargo, atendiendo a las circunstancias en las que surgieron sus palabras, no es difícil entender que ella se refería a que un simple texto no iba a cambiar el hecho de que cientos de personas padecieran semejante violencia en Querétaro. Es cierto. García Márquez escribió en los agradecimientos de Noticia de un secuestro: «Mi única frustración es saber que ninguno de ellos (los secuestrados) encontrará en el papel nada más que un reflejo mustio del horror que padecieron en la vida real».
La Literatura, al igual que muchas otras cosas, no cambiará lo que sucedió en Querétaro, pues ni siquiera puede arreglar los problemas que crearon las negligencias de seguridad durante el partido de fútbol. La Literatura tiene, de por sí, una naturaleza pasiva, por lo que su capacidad solo llega a mostrar lo ocurrido y, de ser viable, a proponer las soluciones a ojos de quien escribe. Pero la palabra impresa ha demostrado ser más poderosa de lo que se piensa, a pesar de que la incertidumbre de no saber si un texto calará o no en los lectores siempre nos llena de dudas cuando los escritores redactamos nuestros textos.
Nunca estaremos convencidos de que nuestras palabras vayan a llegar a la gente indicada, y tampoco si serán capaces de influir como esperamos. Pero a pesar de todo, nuestra labor ―incluso reconociendo que es pasiva― siempre será valiosa, siempre que el autor no tenga miedo a poner el dedo en la llaga.