XI Edición
Curso 2014 - 2015
Instrucciones para
llegar
a Oz
Marina Rodríguez Tornero, 16 años
Colegio Ayalde (Bilbao)
Se dice que las oportunidades las pintan calvas y que las casualidades no existen, pero, ¿y el destino? ¿Está ya escrito? ¿Está por escribir? Yo soy de los que piensan en la primera opción; pero también de los que creen en la segunda.
Me encontraba en la sala de espera del médico. Como de costumbre, estaba abarrotada. Existen pocos sitios en los que el tiempo pase más despacio, ¿verdad? Me acordé de las tardes de domingo de mi infancia, cuando no tenía que estudiar. En aquellos ratos muertos a veces veía películas y otras me dedicaba a ver pasar el tiempo, literalmente: miraba el reloj del horno, atenta al momento en el que los dígitos cambiaban. El final del minuto parecía no llegar nunca. Como me impacientaba, terminaba por pensar en otras cosas, para superar esa melancólica sensación que nos atenaza cuando el fin de semana está a punto de concluir. Cuando volvía a mirar, ya había llegado un nuevo minuto.
Nada provoca mayor frustración que esperar. Esperar para lo que sea.
Desgraciadamente, siempre estamos esperando. El paciente en la consulta, espera. El que guarda la cola, espera. El que va a recibir invitados, espera. El que no tiene un amor, lo espera. Nos preguntamos una y otra vez, cuándo nos llegará el turno, hasta que un día nos cansamos y dejamos de pensar. Entonces, en ese intervalo de guardia baja, la enfermera nos dice: <<su turno>>, y por fin el doctor nos atiende.
La vida tiene sus tiempos, que para nada son eternos. Todo lo que tiene que llegar, llega. Además, llega cuando tiene que llegar. Entonces, ¿está el destino escrito? ¿Tenemos que sentarnos a esperar su llegada incondicional o debemos escoger la ruta y andar el camino?
Dorothy seguía el camino de baldosas amarillas hasta Oz. Por tanto, ¿y si coloreamos el camino a nuestro antojo? Así, cada uno elegirá cómo llegar a Oz. El color lo pone nuestra actitud ante la vida, nuestras decisiones, nuestros sueños y objetivos, sustentados en nuestros principios y valores. Sin que nos demos cuenta, lo que tanto deseábamos habrá llegado.