VII Edición
Curso 2010 - 2011
Josefina
María Mateos, 16 años
Colegio Puertapalma (Badajoz)
Un martes por la mañana Josefita se preparó para ir a desayunar. Se arregló a su ritmo, tan coqueta como siempre. Después se dirigió al comedor, ayudada por su elegante bastón. Por el pasillo de la residencia se encontró con Aurelia, una de las pocas amigas que le quedaban.
-¡Buenos días, Aurelia! ¿Cómo dormiste esta noche?
-Bien, bien, pero otra vez me duele el pecho y tengo una tos muy fea, chica.
-Pues lo que no falla para la tos es la leche con miel y limón. Te deja la garganta suave.
Josefita vivía en una residencia de ancianos, aunque ella no se consideraba una anciana. A sus setenta y nueve años seguía teniendo ilusiones y nunca le faltaba la alegría.
Dedicaba las tardes a visitar a otras compañeras. Algunas no podían salir de la habitación; otras no se acordaban de ella de un día para otro, pero Josefita seguía firme con su rutina porque muchas esbozaban una sonrisa al verla entrar lentamente por la puerta.
Su marido murió diez años atrás y ella, al poco tiempo, tuvo que dejar su casa del pueblo y mudarse a la ciudad presionada por sus dos hijos. Los primeros años iban a verla prácticamente cada semana, pero después se sentían tan ocupados que ni siquiera se planteaban hacer a su madre partícipe. Una vez al mes iban a verla. Josefita esperaba la fecha señalada en su calendario con gran impaciencia.
Quien la mantenía con fuerzas era su nieto Alejandro. A los trece años empezó a ir a verla por su cuenta. Vivían en la misma ciudad y los domingos por la mañana tomaba un autobús que le llevaba a las afueras. Pasaban la mañana juntos: Alejandro le acompaña a misa, paseaban por el jardín si hacía buen tiempo y hablaban de las novedades de cada semana.
Alejandro le prometió que cuando lograra ser un joven independiente, la sacaría de la residencia y se la llevaría a vivir con él. Josefita se sentía feliz por aquella propuesta, pero sabía que para entonces ya sería demasiado tarde.
Aun así, Josefita se ha propuesto vivir los últimos compases de su vida dando alegría a los demás.