IV Edición

Curso 2007 - 2008

Alejandro Quintana

Juan y Sofía

Diego Chica, 16 años

                  Colegio San Agustín (Madrid)  

Juan era un chico alegre, de pelo castaño y ojos claros, no demasiado alto, y tenía nueve años. Hacía tres que había perdido a sus padres en un accidente de tráfico y no disponía de ningún familiar que pudiera hacerse cargo de él. Así que, desde el accidente, vivía en un centro de acogida para menores.

En el tercer aniversario de aquel fatídico accidente cambió de residencia. La administración le designó un hogar en un pueblo de callejuelas estrechas, casonas antiguas, plazas y rodeado de montañas y bosques.

Muy cerca estaba el colegio. Como es natural, el primer día no conocía a nadie. Los veteranos le gastaron alguna broma de mal gusto y como no ofreció resistencia, comenzaron a cebarse en él. En cuanto se enteraron que era huérfano, hacían chanzas de mal gusto sobre la muerte de sus padres.

Juan se llevó una sorpresa al volver a su residencia. Había llegado un niño nuevo. Le entusiasmó poder hacer un nuevo amigo. No perdió el tiempo: subió a su habitación, dejó su cartera y se marchó a buscarlo. No se había parado a pensar de que se podría tratar de una chica. Se llamaba Sofía.

Con el paso del tiempo, Juan y Sofía no tenían secretos el uno con el otro. Al pasar los años –Juan había cumplido dieciséis- esa amistad se había transformado en otro sentimiento, al menos en el corazón del muchacho. Pero no quería ponerla en peligro.

Un viernes se sinceró y descubrió que Sofía sentía lo mismo. De esa forma tan natural empezaron su noviazgo. Pero Juan cumplió dieciocho años y llegó el momento de separarse. Fue entonces cuando, de verdad, comenzó a madurar su relación.