IV Edición

Curso 2007 - 2008

Alejandro Quintana

La arruga es bella

María Estráviz, 16 años

                 Colegio Montespiño (La Coruña)  

Hace unos días fui a la compra con mi padre. Necesitábamos pasta de dientes y, una vez en el supermercado, decidí ir yo a buscarla. Lo que no me esperaba es que me fuese a llevar cinco minutos, ya que la pasta se encontraba sepultada por una enorme cantidad de cremas antiarrugas, parches para combatir la celulitis, tratamientos y más cremas para no envejecer, leches para combatir la flacidez, cremas para prevenir las patas de gallo o las bolsas de los ojos… En resumen, un sin fin de soluciones para combatir uno de los terrores de esta sociedad: el paso el tiempo.

Tal vez, los más perjudicados de esta obsesión por no envejecer sean las modelos y los deportistas, que pierden su trabajo al pasar los treinta y cinco años (las modelos, incluso, antes). Tampoco se salvan las actrices, entre las cuales pocas se glorían de haber cumplido los cuarenta. Así que, los papeles de madres de niños entre diez y quince años son realizados por mujeres menores de treinta, algo totalmente absurdo. Las únicas que sobrepasan los cuarenta son las que anuncian los productos anti-edad y que recuerdan a Mrs. Potato, aquel personaje de Toy Story al que podías cambiarle los ojos, la boca, la nariz…, hasta olvidarte de cómo era el original. Ellas y ellos se inyectan botox para alzar los pómulos, la frente, los labios...

Pero el ejemplo de Mrs. Potato no es seguido sólo por actrices, modelos y demás famosos, si no que cada vez más personas de la clase media acuden a la cirugía estética para intentar que el proceso de envejecer se retrase. Todo son intentos vanos para ocultarnos que el tiempo pasa inevitablemente, que nunca seremos inmortales.

Las operaciones de estética son como el chocolate, crean adicción y no nos sacian. Lo que tenemos que hacer es aprender a sentirnos a gusto con nosotros mismos, vivamos la etapa que nos toque, y para ello tenemos que conocernos por dentro y por fuera. Me acuerdo de una persona con la que coincidí haciéndome una foto para el DNI. Cuando el fotógrafo le preguntó si le gustaba el retrato, respondió: ``Sí. Salgo tal como soy´´. Puede parecer una obviedad pero, como decía el anuncio de Coca Cola, “que levante la mano el que no se vea horrible en todas las fotos”, cuando realmente aparecemos tal y como somos.

Una vez que nos conocemos, hace falta aceptarnos, tarea no menos difícil que la anterior. Discutiendo un día sobre este asunto en clase de Filosofía, la profesora nos dijo, medio en broma medio en serio, que hay gente a la que le hace falta un novio para reafirmarse, sentirse querida y así quererse a sí misma. Necesitamos cuidar la autoestima para aumentar la de los demás.

Creo que debemos grabar en lápidas el motivo publicitario de Adolfo Domínguez: ¡La arruga es bella!. Debemos aprender a llevarla con elegancia y dignidad.