XVI Edición

Curso 2019 - 2020

Alejandro Quintana

La banalización del clima

Mercedes José Rodríguez Moreno, 16 años

                 Colegio Entreolivos (Sevilla)  

El pasado 21 de enero, el Gobierno de España declaró formalmente el estado de emergencia climática, sumándose a otros países que ya lo hicieron tras la  movilización  internacional que dio comienzo en 2016.

Aunque el momento elegido me hace sospechar de que pueda tratarse de una herramienta propagandística, no puedo dejar de alegrarme ni evitar una reflexión. Ya lo hice el 27 de septiembre de 2019, cuando ciudadanos de ciento cincuenta países salieron a la calle para exigir soluciones ante el cambio climático. Aquel día, como a todos los jóvenes españoles, fui convocada a la huelga, pero llegué a la conclusión de que semejante medida rozaba  el postureo. No olvido que en esos días muchos famosos inundaron las redes sociales con mensajes e imágenes de compromiso con el clima.

Es bueno tener en cuenta que los adolescentes más privilegiados apenas utilizan el transporte público; llegan al colegio o a la universidad en coche, edificios dotados, por cierto, con aire acondicionado en todas sus aulas.  ¿Acaso nuestros ídolos no viajan en limusinas, barcos y jets privados a los grandes eventos, donde lanzan mensajes ecologistas? Y no nos parece mal que unos y otros suban a su perfil fotografías sosteniendo una pajita metálica junto al “hashtag” “#Salva las tortugas”, con una botella de agua reutilizable en las manos, botella que lleva el sello de una marca de moda, que han comprado a un precio desorbitado y que no dudan en cambiar por otra de otro color, forma o tamaño para que complemente el “outfit” en Instagram.

Se nos llena la boca exigiendo a nuestros mayores que nos escuchen y cumplan nuestras proclamas, pero sin considerar que rebañar el guiso de nuestras abuelas sería un primer paso  con el que reducir el escandaloso desperdicio de comida que acaba en la basura, o que podríamos olvidarnos de los productos de moda, como la quinoa o las bebidas envasadas de Starbucks que, por cierto, son un imán para los codiciados “likes”. 

Consciente de que la ayuda de los adultos es necesaria para afrontar el reto medioambiental de los próximos años, los jóvenes deberíamos encabezar el cambio de una forma activa y coherente, sin limitarnos a los actos “posteables” en nuestras redes sociales.

(Nota: pido al lector comprensión por el uso y abuso  de términos anglosajones o derivados, de dudosa corrección lingüística, pero que son necesarios para describir esta nueva realidad).