XI Edición

Curso 2014 - 2015

Alejandro Quintana

La batalla

Eugenia Barcia, 16 años

                 Colegio La Vall (Barcelona)  

Los contrincantes toman posiciones a cada lado del ancho río gris. Las miradas se cruzan desde cada una de las dos riberas, fugaces como flechas, intimidantes, indiferentes o nerviosas. Los soldados están acostumbrados a entablar este tipo de combates; lo hacen a menudo.

Quedan veinte segundos para que comience su avanzada. Los más jóvenes miran asustados al enemigo, preguntándose si se perderán entre la marea o si lograrán llegar al otro lado con vida. Los más veteranos esperan, indiferentes al peligro, mientras ven pasar ante sí a las bestias de metal, capaces de llevarse por delante a quien ose entrar en el combate antes de que la luz dé la señal.

Diez segundos. El brillante cronómetro, que en esos momentos muestra un rojo sangre, ha concentrado la mayoría de las miradas. En cuanto la cuenta atrás acabe, el río gris se verá cubierto por una nube de desordenados valientes que intentarán cruzar una de las fronteras que dividen la ciudad.

Tiempo.

Las bestias de metal se detienen. Cientos de pies dan sus primeros pasos hacia el enemigo. Los principiantes se encogen para desaparecer en medio de la multitud, aunque los más curtidos, confiados, cruzan todo lo rápido que pueden el río surcado de líneas blancas que enmarcan el área de batalla. En unos segundos todo ha acabado, sin más heridos que los que han sufrido algún pisotón.

La batalla del paso de cebra ha terminado.