XVI Edición
Curso 2019 - 2020
La Biblioteca de los
sueños cumplidos
Marta Otero, 14 años
Colegio Canigó (Barcelona)
Susana era una viejecita de aspecto frágil y alegre. Sus ojos estaban llenos de vida, y con frecuencia los escondía detrás de un libro. La lectura era su gran pasión. Desde joven había cultivado el interés por la literatura, asistiendo a cafés en los que se hablaba de libros, presentaciones de novelas y hasta recitales de poesía y conferencias de importantes autores.
Devoraba una novela tras otra. Nada mas acabar la que tenia entre manos, la guardaba en la quinta estantería de la biblioteca de la que ella era dueña, la Biblioteca de los sueños perdidos, nombre que le había dado Lucía, su única y preciada nieta. Aquella biblioteca contenía todos los libros que ella había escrito, pero también tenía un rincón cargado de con cuantas historias elaboraron aquellos autores que no llegaron a ser conocidos, que se quedaron en el camino del éxito, que se rindieron y decidieron legar sus obras a la anciana.
Susana era una bibliófila de libros olvidados, que guardaba con tanto aprecio. Aquella afición tenía cautivada a Lucía. Siempre que podía, aunque solo tuviera unos minutos, se escapaba a la Biblioteca de los sueños perdidos, para que su abuela le leyera alguno de aquellos títulos.
–Deberías llevarlos a un editor– le propuso a su abuela.
–Prefiero dejarlos aquí.
Al cabo de unos meses Susana enfermó. En una de sus visitas, Lucía se comprometió a cuidar la Biblioteca.
–Lo haré –balbució entre lágrimas.
–Entonces, me puedo morir tranquila –suspiró delicadamente, sin borrar la sonrisa.
A Lucía le costó unos meses entrar en la Biblioteca y empezar a leerlos, porque cada vez que abría un ejemplar, su mente se transportaba a las tardes con Susana.
Hasta que un día reunió el valor para llevar algunas de aquellas novelas a distintas editoriales. Una de ellas se percató de lo talentosos que eran. Al cabo de unos meses ya estaban publicados más de la mitad de los que ocupaban su estantería favorita. Todos aparecieron con esta dedicatoria:
<<En memoria de Susana, apasionada bibliófila de los libros olvidados>>
Veintidós años mas tarde Lucía pasaba las tardes en la butaca que fuera de Susana, atendiendo a los jóvenes escritores que reclamaban aquellos cautivadores originales que solo se encontraban en la Biblioteca de los sueños cumplidos.