VII Edición

Curso 2010 - 2011

Alejandro Quintana

La comedia

Paula Salmerón, 15 años

                  Colegio Guadalimar (Jaén)  

Cayó el telón. Gritábamos y saltábamos. Algunas, incluso, lloraban de alegría. Estábamos eufóricas: todo había salido a la perfección porque ninguna había olvidado su frase y todas habíamos bailado fenomenal. El público se había reído mucho.

Nos abrazamos entre todas y bajamos corriendo por el pasillo de las candilejas que comunicaba con el patio de butacas por la parte de atrás. Todavía se oían los aplausos del público, los silbidos y los gritos de las demás niñas que también celebraban nuestra actuación. Los presentadores intentaban poner orden, pues había que anunciar el siguiente número.

Todos los años se celebra un concurso de comedias musicales en el compiten asociaciones de chicas de casi toda Andalucía (Granada, Málaga, Almería, Marbella…) y este año también participaban varios grupos de Madrid y Barcelona. El concurso consistía en bailar y actuar. Había que divertir al público, pero el jurado también tenía en cuenta el decorado y el vestuario, por lo que había que preparar todo con mucho detalle.

Nos sentamos todas juntas en un grupo de butacas reservado para las participantes. Como habíamos sido las primeras en actuar, podríamos ver las demás comedias musicales y valorar si podíamos ganar o no, aunque después de aquel alboroto del público, las teníamos todas con nosotras.

Comentábamos animadas nuestra actuación sin prestar mucha atención a lo que ocurría en el escenario, mientras se sucedían los números. Eran bastante flojos. Le tocó el turno a las de Granada, que hacía más de trece años que no se llevaban el premio, así que tampoco nos preocupaban. Por otra parte, el tema de los piratas estaba ya muy visto.

Comenzó la actuación, continuó y finalizó. Todas nos quedamos con la boca abierta; había sido increíble. El público estaba como loco. Se nos vino el mundo encima: llevábamos dos años consecutivos perdiendo y en esta ocasión lo habíamos dado todo con tal de ganar.

Al finalizar la última comedia, fuimos a saludar a todas las actrices, en ese momento nuestras adversarias, y felicitamos a las de Granada por su actuación. Ellas se quitaban el mérito. Decían que ganaríamos nosotras.

Llegó la entrega de premios. Nos hicimos una piña a los pies del escenario, cruzando los dedos, agarradas de los brazos, mordiéndonos los puños…

-Y el primer premio es para… -enunció el presentador-. ¡Granada!

Habíamos perdido otra vez. Menuda decepción.

Alguien me empujó por detrás. Me giré. Estaba de muy mal humor porque nunca aceptaba bien las derrotas y mucho menos cuando me había esforzado tanto, pero la cosa cambió cuando vi la expresión de la niña que me había golpeado sin querer. Era una de las de Granada y se había acercado a mí para celebrar su victoria. Sus ojos reflejaban verdadera felicidad y su sonrisa lo corroboraba. Las lágrimas corrían por sus mejillas y no podía parar de reír y de gritar.

Me abrazo fuertemente, y comencé a celebrar el triunfo con ella. Habían ganado y nosotras habíamos perdido. ¿Y qué?

Me sentí llena de alegría.