XIII Edición

Curso 2016 - 2017

Alejandro Quintana

La esperanza

María Lucini, 17 años

              Colegio Puertapalma (Badajoz)  

Blanca estaba sentada en la arena, mirando las olas romper contra la orilla. Inmóvil, como siempre. Sola. Rota.

Esperaba impaciente su llegada, aun sabiendo que cuando la tuviera delante, la rechazaría.

La niña volvió. Se sentó a su lado, pero Blanca ni la miró. La Esperanza la observaba, pensando, buscando alguna forma de hacerla salir de su dolor.

Alargó su manita hacia Blanca. Quería que se la tomara para llevarla a lugares hermosos. Blanca la miró con desprecio y la apartó de un manotazo como a un bicho molesto. La Esperanza retrocedió, dolida. Blanca se dio cuenta de lo que había hecho y las lágrimas comenzaron a caer por su rostro, fijo en el horizonte.

Cuatro meses habían pasado desde que la Esperanza intentaba sacar a Blanca de aquella playa en la que se había metido por voluntad propia. Hasta entonces sus esfuerzos no habían dado ningún resultado.

Se puso en pie y se marchó de nuevo. Blanca la miró irse mientras sollozaba con fuerza por haber perdido otra oportunidad de salir de allí. Lloró y lloró durante horas mientras seguía con la mirada fija en el agua.

Entonces vio que la Esperanza volvía. Esta vez acompañada. Un chico que parecía desorientado la tomaba la mano. Este despertó la curiosidad de Blanca, que se secó las lágrimas con el dorso de la mano y se puso en pie a esperar su llegada.

Cuando Blanca pudo verle la cara, lo miró a sus ojos oscuros. Ambos se quedaron embelesados.

La Esperanza no dijo nada. Simplemente cogió la mano de Blanca y la puso en la de él. Blanca no se resistió esta vez y la Esperanza comprobó con una sonrisa cómo se alejaban juntos de la orilla.