VII Edición

Curso 2010 - 2011

Alejandro Quintana

La función de la vida

Jon Asier Bárcena, 16 años

                Colegio Vizcaya (Bilbao)  

¡Qué bien sienta deleitarse con los video-juegos de cuando en cuando! Puedes hacer lo que te venga en gana: desde poseer mascotas virtuales hasta matar marcianitos. Y lo más sorprendente es que de no satisfacernos nuestra obra, podemos apagar la consola y retornar al punto en el que habíamos dejado guardada la partida.

Así, podemos prescindir tanto de una calculada estrategia como de tener que responsabilizarnos de nuestros actos. Es decir, sería terrible dedicarle en vano horas y horas a un juego por culpa de un error de planteamiento. O que nos arrestaran por matar a sangre fría.

No obstante, muchas veces olvidamos que la vida real no es así: que no sólo se echa en falta un botón de reset, sino que ni siquiera se nos proporciona la oportunidad de iniciar una partida nueva. En verdad, hemos de reflexionar bien antes de actuar, ya que toda semilla germina, queramos o no. Por ejemplo, una amiga mía que quería estudiar biotecnología tendrá que resignarse con biología debido a un bajón en bachillerato.

Pese a aparentar lo contrario, el impedimento de que se repitan los acontecimientos sí le otorga un mayor interés a la vida. Quizás no seamos nunca capaces de suprimir los errores del pasado; sin embargo, tenemos potestad para proceder aún más gloriosamente: enmendándolos. Volviendo al ejemplo anterior, un biólogo puede realizar grandes obras y disfrutar tanto como en otra carrera, si se trabaja lo suficiente y se realizan los sacrificios oportunos. Más vale ser la cabeza del ratón que la cola del león. Y por eso, nunca será demasiado tarde para reparar cualquier desacierto, o por lo menos para intentarlo.

Por último, y en aras de que nos sintamos agradecidos a que no se puedan cambiar los eventos pasados, ¿qué te parecería si alguien alterase la realidad, de tal forma que no cursases la carrera que habías seleccionado?