VII Edición

Curso 2010 - 2011

Alejandro Quintana

La historia de mi
hermano Samuel

Miriam Castilla, 17 años

                  Colegio Zalima (Córdoba)  

Mi madre era el motor que le permitía seguir con vida. Pero mi hermano no tuvo fuerzas para sobrevivir: en cuanto le cortaron el cordón umbilical, falleció.

Nueve meses antes, una buena noticia inindó a mi familia cuando mis padres llegaron del ginecólogo. Somos seis hermanos y la buena noticia era que mi madre estaba embarazada.

Todos nos alegramos de saber que íbamos a ser uno más en la familia.

Conforme iban pasando los meses de embarazo, aumentaban las ganas de conocer el sexo del bebé. Cuando regresaron mis padres de la ecografía del quinto mes, por su cara supimos que algo iba mal. Cuando cerraron la puerta nos dijeron que era un niño.

Esa misma noche, cuando se acostaron mis hermanos pequeños, mi hermana y yo estuvimos hablando con mis padres. Mi madre empezó a llorar porque el bebé tenía síndrome de Down. A mí me encantan esos niños, porque son las personas más dulces y cariñosas del mundo. Sin embargo, tenía una malformación: el ventrículo izquierdo de su corazón era más pequeño que el derecho, lo que le impedía al corazón realizar correctamente algunas de sus funciones.

A mi madre le dieron la opción de abortar, pero ambos se negaron porque se trataba de su hijo, que merecía la vida como cualquiera de los otros seis.

Un día mi padre explicó a los pequeños que el nuevo hermano sería igual que los demás: pertenecía a la misma familia y tendría los mismos derechos, aunque había una diferencia: cuando naciera viviría condicionado por su enfermedad coronaria. Mis hermanos se entristecieron un poco. Lo único que deseábamos era que nuestra madre y nuestro hermano estuvieran bien, así que nos volcamos en el bienestar de mi madre.

El diez de noviembre era la cita para dar a luz. Le iban a practicar una césarea porque mi hermano no tenía fuerzas para empujar. Mi madre entró en el paritorio a las tres de la tarde y estuvimos esperando hasta las ocho.

Todo lo que ha sucedido lo hemos vivido como un don de Dios, porque nos ha permitido estar nueve meses con Samuel. Y aunque estamos tristes por lo que ha ocurrido, sabemos que mi hermano está en el cielo y que tenemos un ángel que nos cuida.