XVI Edición

Curso 2019 - 2020

Alejandro Quintana

La huida 

Gustavo Olmeda González, 12 años 

Colegio Mulhacén (Granada) 

Incluso los pájaros del páramo se habían enmudecido después de que aquel lugar quedara sembrado de cadáveres. Un grito retumbó contra un talud. Fue una queja de abatimiento que terminó convertida en gemido. Un oficial inglés estaba de rodillas con un soldado sin vida en sus brazos. 

Quedaban unos treinta caballeros del ejército de Su Majestad, que iban al paso sin rumbo fijo, alerta ante las posibles fieras y a los bandidos de las montañas. Sentían la llegada del frío, con la preocupación de que si no partían de inmediato no llegarían a su refugio. Pero en el fondo del corazón les agradaba que sus enemigos se encontraran en las mismas circunstancias.

Apenas tenían provisiones y habían visto, durante los últimos meses, cómo el frío mataba a muchos de sus compañeros. Sir William Locked había perdido la cuenta de cuántos miembros de su regimiento habían perdido la vida. 

Descubrieron a un grupo de soldados rusos que trataban de escapar. Sir William y sus compañeros rompieron a galopar para acorralarlos. Al tensar los arcos se dieron cuenta de que habían caído en una trampa, pues en la boca de un desfiladero aparecieron otros soldados enemigos que se les echaron encima. Sir William, acorralado, bajó de su caballo y se lanzó por un acantilado hasta el remanso de un río.

Despertó en la orilla. Estaba confuso; no sabía cuanto tiempo había pasado. Tiritaba de frío, calado hasta los huesos y hambriento. Había perdido su cabalgadura y todas sus armas, salvo una daga que le colgaba del cinturón. 

Volvió a meterse en el agua y se dejó llevar por la lenta corriente. Decidió que el frío, el hambre, el cansancio o la unión de esas tres debilidades acabaran con él. Pero entonces recordó que su familia lo esperaba… Se puso en pie sobre el fondo de piedras, pero sus piernas no aguantaron. Lo volvió a intentar y esta vez, con dificultad, consiguió salir del río. A pesar de que había empezado a nevar, se puso a caminar por aquel paisaje desolado.