XVI Edición

Curso 2019 - 2020

Alejandro Quintana

La huida

Lucía Pérez, 16 años

               Colegio Zalima (Córdoba)  

El teléfono sonó a las ocho de la tarde. Era Mari Carmen, la directora del instituto. Le preguntó por Sofía, por eso de que siempre estaban juntas. Laura se quedó callada durante unos momentos.

–Hemos salido juntas de clase y, como todos los días nos hemos acercado a su casa dando un paseo. Nos hemos despedido en su portal hasta mañana, porque estamos en exámenes y esta tarde nos tocaba estudiar. De hecho, he venido a la biblioteca –resumió la muchacha–. ¿Es que ha sucedido algo?

–No te alarmes –le pidió la directora–.  El asunto es que me han llamado sus padres hace unos momentos. Están preocupados porque Sofía no ha ido a comer. 

Laura volvió a quedarse callada unos instantes.

–Qué raro… –murmuró por el teléfono–. La verdad es que no me quedé a ver cómo entraba en el edificio, pero sí que oí la puerta de metal cuando se cerró a mis espaldas.

–Bueno, no le des más vueltas. Si hablas con ella, avísame a mí o a sus padres, por favor.

–Sí, aunque dudo que lo consiga. Sofía siempre tiene el móvil en silencio –concluyó.

Laura regresó hacia su casa, absorta en sus cosas. Había olvidado a Sofía y a la llamada que había recibido de la directora, hasta que en su piso le sonó el móvil. Creyó que sería Sofía para contárle qué le había pasado desde la última vez que se vieron. Pero se equivocaba, pues desconocía el número que aparecía en la pantalla.

–¿Dígame?– respondió algo temerosa.

–Laura –habló una voz masculina que al principio no reconoció–. Soy Tomás, el padre de Sofía.

–Hola. ¿Qué desea?

–Pues mira, Sofía no ha vuelto a casa aún y no tenemos noticias suyas. ¿Ha hablado contigo? –le preguntó con tono de angustia.

–No –le reconoció¬–. Pero no dude de que si lo hace, se lo diré a usted enseguida. 

–Muchas gracias, Laura –. Y colgó.

Laura empezó a preocuparse. ¿Dónde podría estar su amiga? Y con quién. Aquella noche apenas pudo conciliar el sueño.

Pasaron tres días sin que Sofía diera señales de vida. La policía había empezado a buscarla. Laura, por su parte, intentó poner su granito de arena recordando en comisaría todas y cada una de las conversaciones que mantuvieron los días anteriores a su desaparición, pero de las que los agentes no sacaron una sola pista. 

De pronto se acordó de una mañana, a la salida de clase, cuando Sofía le preguntó:

–¿Sueles darle vueltas al futuro?

–Pues la verdad es que no mucho. Prefiero centrarme en el presente –le contestó–. ¿Y tú?

–Antes no mucho, pero últimamente no pienso en otra cosa

–¿Y en que piensas?

–En cómo será mi vida dentro de unos años, donde estaré y con quien… Tengo claro que no me quiero quedar aquí, sino irme a conocer mundo y a otras personas.

Laura pensó que aquella conversación, a la que en aquel momento no le dio importancia, podía llevarle hasta Sofía. Tenía que encontrar dónde podría estar y con quién.