XIII Edición

Curso 2016 - 2017

Alejandro Quintana

La maleta

Natalia Martínez de las Rivas, 16 años  

                  Colegio Ayalde (Bilbao)  

Fernando levantó la vista de su carpeta durante un segundo y giró la cabeza hacia la ventana. El paisaje había cambiado bruscamente desde la última vez que se había parado a mirarlo: eran kilómetros y kilómetros de campo dorado por el sol, un paisaje precioso que, sin embargo, sentía demasiado lejos. El autobús en el que viajaba estaba abarrotado pero sumido en un profundo silencio, algo que había agradecido durante todo el viaje.

Volvió a mirar hacia las hojas de su carpeta. Las había leído una y otra vez, lo cual carecía de sentido porque ya no era un estudiante; allí a donde iba no le esperaba un examen ni una entrevista. Le esperaba un trabajo.

Una vez más le invadió una sensación de inseguridad. Se preguntó si estaba haciendo lo correcto. Por eso intentó verse desde fuera, como un espectador de su propia vida, y lo que contempló no le gustó demasiado: un joven paraguayo vestido con un traje de segunda mano, sentado al lado de un hombre mayor que roncaba, de camino a Argentina en el autobús de la compañía más barata de su país. El joven tenía el gesto sombrío y cansado. Se dirigía a un país desconocido para trabajar en una oficina como contable y así ganar dinero con el que ayudar a su familia, para que pudiera comprarse una casa propia, un coche… Sabía que le esperaban muchos años encadenado a esas obligaciones.

Fernando no podía dejar de pensar en lo que dejaba atrás: sus amigos —irremplazables—, a los que no sabía cuando volvería a ver, su tierra, pero, sobre todo, a su amada esposa y con ella al fruto de su amor, Julia, su hija, que a sus quince años era un terremoto, alocada y creativa, una versión femenina, bajita y rubia de él mismo.

El remordimiento le reconcomía. No podía dejar de pensar en la cara de su mujer el día que le dio a conocer a su decisión de marcharse. No podía olvidar cómo se rompió al decirle a su hija un furioso:

—Tienes que dejar de pensar que la vida es un cuento de hadas. ¡Sé realista! Las cosas no salen siempre como quieres. ¡Olvida tus sueños de niña! Eres una adolescente… Ni yo voy a estar siempre aquí ni tú vas a poder ganarte la vida como artista. Cuanto antes veas la realidad, mejor te irá en la vida.

Posó la mano sobre la rodilla y notó el escozor de las heridas bajo la tela del pantalón, recuerdo de todas las veces que habían jugado y caído juntos. No recordaba un tiempo en el que esas heridas no hubieran estado abiertas.

El autobús llegó a su destino y Fernando bajó a recoger su maleta. Se fue alejando de la dársena, de la estación. En un momento de melancolía tuvo el impulso de darse la vuelta y volver sobre sus pasos, pero en cuanto vio la taquilla frenó en seco. Con un suspiro y los ojos húmedos agarró con más fuerza su equipaje y comenzó a caminar con paso firme hacia su nueva vida, mientras se repetía que era lo correcto. Su sacrificio era lo único que podía darle una oportunidad a su hija para alcanzar lo que él siempre había deseado.