XVIII Edición

Curso 2021 - 2022

Alejandro Quintana

La mesa familiar 

Ariana Esthefany Manrique, 15 años

Colegio Nuestra Señora del Pilar (Arequipa, Perú)

En mi hogar, el sonido de una campanilla a determinadas horas del día indica que ha llegado el momento del desayuno, del almuerzo o de la cena. En cuanto la oigo, hago un parón en mis quehaceres y me dirijo al comedor. Allí se encuentra mi mamá, preparando la comida con la ayuda de mi papá. Con mi hermano menor pongo la mesa, y cuando los platos están servidos, hacemos una desconexión total de la tecnología: se silencian los celulares y se apaga el televisor. Es mi papá quien prende el equipo de sonido para colocar su estación favorita, que emite música a esos momentos. La mayoría de las ocasiones es instrumental, clásica, y siempre a bajo volumen para que haga más agradable nuestra colación. Antes de empezar, agradecemos a Dios todas las ocasiones que nos regala para que estemos juntos, así como los alimentos y todos los bienes que nos da. Durante el desayuno, el almuerzo y la cena surjen diversos temas de conversación que casi siempre nos aportan un aprendizaje. 

Es importante distrutar del tiempo de la comida en unión con los demás miembros del hogar. Comer juntos fomenta la comunicación, refuerza los vínculos familiares y mejora las relaciones y esponja el alma. Por otro lado, el comedor nos permite brindar la mejor versión de cada uno. 

En la noche del veinticuatro de diciembre se refuerzan mis lazos familiares: mis tías y mis primos que viven en Lima, vienen a Arequipa. En esa fecha organizamos una cena especial donde el anfitrión de la casa prepara el pavo, mientras los demás nos ocupamos de la ensalada, cada cual la de su especialidad: ensalada de mashmellows, ensalada rusa, ensalada tradicional, ensalada de pallar y otros acompañamientos, como las papas horneadas nativas de la sierra del Perú, que llevan orégano y aceite de oliva. Me admira la mesa, larga, colorida, con tan apetitosos platillos para compartir. Cuando nos sentamos, se produce una desconexión total de los problemas y una unión fraternal entre todos. Agradecemos al Niño Dios por regalarnos aquel momento, y pedimos que nazca en cada uno de nuestros corazones. 

Al ver a mi familia alrededor de los manjares navideños, que forman parte de nuestra identidad cultural y de la tradición familiar, me embarga una felicidad inmensa, porque es en la mesa donde se refuerzan los lazos entre aquellos que se quieren.