XI Edición

Curso 2014 - 2015

Alejandro Quintana

La mujer del supermercado

Sofía Daley, 14 años

                 Colegio Iale (Valencia)  

Llovía a cántaros en aquella noche heladora.

En la puerta del supermercado, una mujer se encontraba arrodillada sobre la acera mojada. Pedía limosna con la barbilla clavada en el pecho y el rostro cubierto por los mechones negros de su melena. Al sentir que alguien se acercaba, alzó sus ojos hundidos y le dijo:

-Por favor, señor, cómpreme algo de comida –se llevaba la mano izquierda a la boca, haciendo un signo que quería reflejar su hambre.

David, protegido por un paraguas, se detuvo a mirarla. Le conmovió la desesperación en su voz. Sintió una mezcla de emociones. No tenía costumbre de hablar con extraños, pero debía hacer algo. Le dirigió una sonrisa amable, sacó algo de dinero de la cartera y delicadamente, se lo puso en la mano.

La cara de la mujer se iluminó. Incluso se incorporó para darle las gracias.

Esa noche, ya en su casa, David contó aquella escena a su familia. No podía dejar de preocuparse por esa mujer. ¿Estaría aún en la calle? ¿Y si no tenía un sitio dónde ir? No podría sobrevivir con semejante frío.

Al día siguiente, David regresó al supermercado y comprobó que la mujer estaba bien. Esta vez se la encontró ocupada, dibujando con una tiza en el suelo. Al lado del dibujo había una lata con monedas. David le dejó un par de euros y le dijo que le gustaba su dibujo, que tenía mucha viveza. Supuso que antes de mendigar, se habría dedicado a la pintura.

-En efecto –le confesó-, pero nunca he tenido el dinero ni el apoyo para cumplir mi sueño.

A partir de entonces, David pasó de forma repetida por la puerta del supermercado para ver los dibujos. Pero un día la mujer desapareció.

David alimentó la esperanza de que las cosas le iban mejor. Muchas veces la imaginó exponiendo sus pinturas.

 

Años más tarde, David fue con su familia a la inauguración de una exposición de arte para dar a conocer a nuevos talentos. Estaba mirando las obras con su mujer, cuando su hija se le acercó exaltada, y le dijo :

"Papá, ¡hay un cuadro de tu cara en esa pared!" David pensó que sería alguna broma de su hija, y que se giraría para ver un cuadro de algún animal gracioso. Pero no, era cierto. Allí estaba su cara. Se acercó más y más al cuadro, no lo entendía. En la esquina del cuadro, ponía el nombre de la autora, "Lola Prieto". El nombre no lo reconocía, pero al fijarse, vio que había una foto pequeña de ella, y allí estaba, la mujer del supermercado.