XVI Edición

Curso 2019 - 2020

Alejandro Quintana

La parada del autobús

Pablo de Lucas, 14 años

Colegio El Prado (Madrid)

La tormenta rociaba las calles mientras los rayos alumbraban de repente la ciudad. Era de noche y la imposibilidad de ver las estrellas contrarió al hombre que esperaba al autobús, que llevaba una capucha sobre la cabeza. Su móvil no tenía batería, no llevaba reloj y hacía más de veinticinco minutos que las frías ráfagas de viento le hacían temblar.

Escuchó el motor de un automóvil y, sin pensárselo dos veces, salió a la carretera con los brazos extendidos para detenerlo. Para su sorpresa, cuando el coche paró, descubrió que el asiento del conductor estaba vacío. Perturbado, trastabilló a causa del susto al tiempo que el automóvil se alejaba.

Estuvo unos minutos reflexionando sobre lo ocurrido y acabó convencido de que había sido víctima de una alucinación. Poco después, mientras jugueteaba con los botones de su abrigo, sintió que otro coche se acercaba. A pesar de que el sonido del automóvil despertó su miedo, volvió a salir a la calzada para intentar que se parara. Y lo consiguió, pero el conductor bajó la ventanilla para sacar una pistola con la que le apuntó a la cabeza.

Aquel extraño llevaba un pasamontañas. Al hombre que esperaba el autobús tampoco se le reconocía la cara a cuenta de la capucha. Simultáneamente ambos se quitaron las prendas que les cubrían el rostro. El gesto de odio del conductor estremeció al otro hombre. Durante unos segundos que se les hicieron eternos, se aguantaron la mirada. Para el de la pistola, el gatillo era como una droga, su medio de vida, pues trabajaba de sicario. Pero no sabía que el hombre al que estaba apuntando se ganaba la vida de la misma manera. 

Súbitamente, el conductor le disparó a bocajarro, pero la víctima no cayó muerta.

El gato acababa de empujar un jarrón, que se hizo añicos contra el suelo. Aquel sonido, que el hombre confundió con el disparo, le despertó. Le sorprendió descubrir que estaba llorando, lo que le hizo comprender lo que se sentía cuando uno está a punto de morir asesinado. 

Decidió que era el momento de cambiar de vida.