XVI Edición
Curso 2019 - 2020
La primera noche
Carmen Almandoz, 14 años
Colegio de Fomento Entreolivos (Valencia)
–¡Buenas noches!
Manuel no podía creer que finalmente estuviese escuchando esas palabras; las había aguardado con tanta angustia...
<<Cálmate. No pasará nada. Lo único que no debes hacer es dormirte>>.
En medio de la oscuridad, se quedó contemplando el techo. Era la primera noche que pasaba fuera de su casa. Le había convidado su mejor amigo, Rodrigo.
–Manuel, no sé si debes ir –le insistió su madre el día anterior.
–¿Por qué? –no lograba entenderla.
–Solo hace una semana que has dejado los calzoncillos de noche… ––su madre se refería a los pañales–. ¿Y si mojas la cama?
–No voy a mojar ninguna cama.
–Pero si pasa, recuerda que te lo advertí –frunció el ceño.
A pesar de su determinación, en aquel momento, cuando estaba apunto de dormirse en la habitación de Rodrigo, no tenía claro si iba a ser capaz de no mojar la cama.
–¿Por qué no llevas uno de tus "calzoncillos" ? –la conversación volvió a brotar en su mente.
–¿Estás loca?... Ningún chico de mi clase los lleva. Y como se enteren…
–Te aseguro que no eres el único que los utiliza.
–¿Que no? Si hasta lo fueron prometiendo con el dedo meñique –pronunció Manuel como si se refiriese a un juramento.
***
–¡Rodrigo!– susurró a su amigo – ¿Estás despierto?
Silencio.
<<Me espera una larga noche… Menuda almohada tan dura>>. Intentó ahuecarla, pero no había forma de que se reblandeciera.
El sueño, poco a poco, muy lentamente, como si se tratase de una fiera que se aproxima a su presa, se fue apoderando de él. Sintió que le pesaba el cuerpo, los párpados... Su cabeza empezó a sumirse en un letargo, pero cuando se le iban a cerrar los ojos, despertó de golpe.
<<¡No!>>, se sentó sobre la cama, aturdido por la falta de reposo. <<No puedo dormirme>>, se ordenó a sí mismo.
Su imaginación empezó a trabajar: la cama mojada, voces y miradas torvas de sus compañeros de clase… <<Eres un bebe>>, <<Todavía utilizas paña>>, <<¡Qué asco!>>…
Rompió a llorar. En la habitación solo se percibía el gemido del viento al otro lado de la ventana.
<<No puedo dormir, no puedo...>>. La cabeza le iba a explotar.
Pero el sueño se sentó en el borde de su cama y le miró con ternura.
–Necesitas dormir –le susurró, pero tan bajito que lo escuchó como una brisa.
Manuel gimoteaba mientras el sueño le acariciaba la cara con sus finas manos antes de cerrarle los ojos con los dedos.
Se quedó dormido.
–Manuel.
–¿Qué pasa? –se despertó sobresaltado.
–¿Vienes a desayunar?
–¡Sí! –contestó sonriente.
La cama y el pijama etaban secos.