XVI Edición

Curso 2019 - 2020

Alejandro Quintana

La primera nota 

Andrea Montes, 16 años

                 Colegio Ayalde (Vizcaya)  

Un acorde de guitarra fue suficiente para atrapar la atención de Lucía. Lo oyó al pasar por una de las esquinas de su calle, cuando se dirigía al trabajo. Lo había tocado un joven como inicio de una hermosa canción. 

Lo escuchó también al día siguiente. Y a partir de entonces, empezó a salir de casa unos minutos antes para detenerse frente al chico, que a la misma hora tocaba la misma canción. A modo de agradecimiento, Lucía le dejaba una moneda en el estuche abierto de su instrumento.  

Una tarde que salió del trabajo un poco antes, al ver que el músico seguía en la misma esquina, volvió a detenerse frente a él. Una mujer y su hija también atendían al artista.

-Mamá, ¿crees que conseguirá tener éxito? -le preguntó la niña.

-No lo creo; le falta talento –le respondió la madre, sin tener en cuenta que el intérprete podía escucharle-. Es mejor no soñar con imposibles.

El músico desafinó una nota, suficiente para que la mujer se marchara con un gesto de superioridad. Lucía no entendió la necesidad de las palabras de la mujer ni, por supuesto, su mal gusto, así que también decidió marcharse. 

Al día siguiente el músico no estaba. Lucía creyó que su ausencia sería puntual. Sin embargo, no volvió a verle. Y aunque los meses pasaron, se le hacía extraño no encontrárselo a primera hora del día en aquella esquina, que se quedó vacía sin la música del joven.

Tiempo después, Lucía asistió a un concierto que daba la oportunidad a nuevos cantantes de poder dar a conocer sus canciones. La sorpresa llegó cuando vio al chico de la esquina subirse al escenario y entonar esas primeras notas que ella había escuchado tantas veces.

El joven estaba solo en medio del escenario, sentado en una silla con la guitarra en el regazo y bajo una luz tenue en tonos de azul. No hizo falta nada más para que sus acordes llenaran la sala. Lucía no podía creer que estuviera escuchando esa melodía otra vez. Cuando terminó, el público estalló en una ovación.

El artista dio las gracias bajo la atenta mirada de Lucía, que sonreía con orgullo. Sus miradas se cruzaron durante un fugaz segundo, tiempo suficiente para que al chico le volviesen a la memoria los recuerdos de aquel tiempo. Entonces se acercó al borde la escena y se inclinó hacia ella, a modo de agradecimiento.

Lucía supo que el músico triunfaría. Era cuestión de tiempo. De hecho, lo intuyó desde la primera vez que le escuchó en la esquina de su calle.