XI Edición

Curso 2014 - 2015

Alejandro Quintana

La razón

Beatriz Jiménez de Santiago, 16 años

                 Colegio Senara (Madrid)  

- Por favor, suelta el cuchillo.

La luz que emitía la vieja lámpara de la sala de lavandería se encendía y apagaba intermitentemente. Bajo aquel foco, la joven parecía mayor, aunque solamente tenía diecisiete años. Estaba asustada, furiosa. O quizás ambas cosas a la vez.

- No puedo seguir aquí...- comenzó a decir-. Acabaré por volverme loca, como los demás.

- ¿Eso es lo que piensas?... ¿Que están locos?

- Es la verdad. Mi madre cree que lo estoy. Por eso me trajo a esta clínica. Dijo que podrían ayudarme - pronunció la última palabra con cierto tono de burla.

-Y te vamos a ayudar. Igual que a tus demás compañeros. La depresión es una enfermedad pasajera. No tienes por qué avergonzarte ni pensar que has perdido el juicio.

- No pueden ayudarme a superarlo - dijo bruscamente, apretando con fuerza el cuchillo que sostenía entre las manos -. Yo le quería.

Comenzó a llorar.

- Lo sé - dijo en un tono sincero-. De verdad que lo sé. ¿Qué te parece si hablamos en tu habitación? –se le acercó lentamente-. Deja el cuchillo –guardó una pausa-. Tu madre está de camino; las enfermeras la han avisado para que venga. Igual que el psiquiatra de guardia. Entre todos vamos a ayudarte a superarlo. Ya lo verás.

- ¡No! – gritó -. Yo... le quería mucho. Me dejó. No puedo soportarlo. Me cuesta pasar los días sin él - le temblaba la voz -. Además, me prometió que estaríamos juntos para siempre, pero "siempre" resultaron seis meses y doce días.

Las lágrimas cubrían su rostro. Temblorosa, se apuntó con el cuchillo al pecho.

- Claudia, escúchame, por favor.

- No me quedan razones para vivir. Él lo era todo.

-¿Te acuerdas el análisis de sangre que te hicimos la semana pasada? ¿De la posible aparición de un tumor uterino? Han llegado los resultados - agitó unos papeles que traía en la mano.

- Me da igual. Quiero dejar de sufrir -. Se cambió el cuchillo de mano y, con la otra, agarró la empuñadura para empujarlo.

-Tienes una nueva razón para vivir.

- Mentira.

Las palabras que la enfermera dijo a continuación la detuvieron. El arma se le cayó de las manos.

-Estás embarazada.

Claudia la miró fijamente, atónita, desconcertada.