IV Edición

Curso 2007 - 2008

Alejandro Quintana

La sociedad de lo inmediato

Cristina Vizcaíno, 15 años

                  Colegio La Vall (Barcelona)  

“Paciencia, paciencia…” En todo plan de formación que se precie debe contarse con esta virtud. ¿La ponemos en práctica? En pleno siglo XXI y con tantos avances, uno de los objetivos principales de los investigadores es conseguir con la mayor prontitud posible la obtención de cualquier resultado.

Por ejemplo, una de las razones que nos impulsan a comprar un tipo de cámara o determinado teléfono móvil es la velocidad con la que actúa. Se nos vende la rapidez a la hora de obtener datos, resultados... como el gran atractivo del objeto que consumimos. Cualquiera que tenga correo electrónico puede ver sus mensajes y llamadas al instante. ¿En cuántos lugares hay máquinas expendedoras que, sólo introduciendo unas monedas y pulsando un botón, nos proporcionan al instante bebidas, comida o medicamentos? Nuestra mentalidad, respecto a la velocidad para conseguir cosas ha cambiado radicalmente respecto al siglo pasado. Si bien cuando nuestros padres eran pequeños estaba empezando a emitirse la televisión y no era demasiado frecuente tener un televisor en casa, hoy incluso los celulares ofrecen la posibilidad de emitir programas en sus pantallas de litio. También hay inmediatez en los chats, otro buen ejemplo de velocidad en el siglo XXI: a través de un programa informático que sólo necesita un ordenador y conexión a Internet, podemos escribirnos con muchas personas al instante y de forma gratuita. No importa el lugar del mundo en el cual se encuentren quienes participan de nuestra conversación e intercambio de elementos electrónicos.

Cuando ocurre algún accidente, los medios de comunicación se enteran antes que la propia familia del accidentado. Recordemos, por ejemplo, los atentados en las Torres Gemelas. Vimos en directo el impacto del segundo avión contra los rascacielos. A nuestros antepasados les hubiera parecido cosa de brujas.

Sin embargo, ¿no deberíamos preocuparnos más por la calidad de los resultados en sí que por la celeridad con la que se producen? Del mismo modo que para lograr una reacción se precisa de una acción, para llevar una vida coherente necesitamos un poco de reflexión, meditar y digerir las cosas que ocurren a nuestro alrededor.

En una sociedad impaciente, nuestra propia irreflexión y afán por explotar nuestro tiempo al máximo condicionan nuestra manera de actuar y, en definitiva, nuestro modo de vida. Porque no hay que olvidar que cuánta más importancia le demos al reloj, más dependeremos de nuestro estado de ánimo o de salud para ser felices y cumplir las metas que nos marquemos. Y eso es lo que se está perdiendo con este afán de lograr resultados inmediatos, de ir a contrarreloj y de calcular con cuentagotas el tiempo invertido por actividad. Se trata de encontrar el equilibrio, valorando las cosas en su justa medida, y restando importancia a esos impedimentos que nos pone la sociedad moderna, para sacarle el máximo partido a la vida. Creo que es el momento de hacer una pausa y reflexionar.