XI Edición

Curso 2014 - 2015

Alejandro Quintana

La travesía

Soraya Casanova, 14 años

                  Colegio Puertapalma (Badajoz)  

Cerró el diario con un dolor en el pecho y un nudo en la garganta. Ya no había más aventuras maravillosas ni héroes «salvamundos». Solo estaba ella.

Apoyó la espalda contra la pared, dejó que el viento le apartara el pelo de la cara y la hierba le hiciera cosquillas en las piernas. Una sensación de vacío la atenazó. Las lágrimas que nunca había derramado habían terminado por secarse.

Con cada minuto que pasaba, la inquietud se apoderaba más y más de ella, hasta que un vértigo repentino terminó por dominarla.

Había detenido su travesía durante demasiado tiempo, resguardándose en el remanso de paz que ella misma se había creado cuando debería haber estado en otra parte, en los lugares en los que era necesaria, allí donde, desde hacía mucho tiempo, alguien la esperaba con la comida preparada sobre la mesa.

Entonces se percató de que había una persona sentada a su lado, sonriente, tal y como lo había dejado, fiel hasta el final. Recordó entonces unas palabras que alguien le dijo: <<Si el final está incompleto, es para que puedas reescribirlo a tu gusto. Vive tu propia aventura>>.

No podía escudarse en sus miedos e inseguridades; tenía que vivir su vida, sin temores, sin esperar con pasividad a que el tiempo pasara. Quizás hubiera llegado el momento de crecer, plantar cara y pasar página.

-¿Preparada? –le inquirió la figura con su familiar sonrisa de medio lado.

Ella asintió. Se tomaron de la mano y se pusieron en pie.

Miró al cuaderno, que estaba en el suelo y decidió recogerlo, porque cambiar no significa olvidar. Luego, con una sonrisa valiente y junto a su amigo, continuó el camino que había abandonado tiempo atrás. Está vez, al contrario de cuando empezó la travesía, sabía que no caminaba sola.