XVI Edición
Curso 2019 - 2020
La vida bocabajo
Blanca Goytisolo, 16 años
Colegio Canigó (Barcelona)
Cuántas cosas veo y aprendo bocabajo ¿Bocabajo?... Sí, bocabajo.
Soy una camiseta de algodón que, día sí día no, poco más o menos, acabo tendida, sujeta por unas pinzas, contemplando el patio de luces de la manzana barcelonesa en la que vivo. ¡Allí me entero de tantas cosas!... Cuando las vecinas y los vecinos se asoman a tender la colada, hablan entre ellos cada uno de sus cosas. Por supuesto, también hay quien no habla. En todo caso, hablen o no, y aun estando húmeda y bocabajo, los conozco. Y son tan distintos…
El del tercero segunda me da mucha lástima porque siempre está malhumorado. Un día, en vez de tender su ropa lanzó al vacío, con rabia, una botella de cerveza que fue a dar en una de las pinzas que me sujetaban. La partió en dos y por poco me caigo, así que desde entonces me echo a temblar cada vez que le escucho o noto su sombra por mi algodón. Además, es una falta de educación descargar el mal humor por la ventana, ensuciando el patio de luces y alterando al vecindario con un escándalo de cristales rotos, por no hablar del peligro que deja en el enlosado.
En la siguiente lavada, que no tardó en llegar poque soy la camiseta preferida de mi dueña, escuché a la del segundo que le decía a la del cuarto que Miguel, el del tercero segunda, hacía una semana que había recibido la carta de despido y que, desde entonces, estaba deprimido. El pobre tiene tres hijos y una esposa a la que sacar adelante. Comprendí que ha sido para él un duro golpe, al tiempo que se me hizo clara la razón de sus enfados. Reconozco que me sentí fatal. Lo había juzgado injustamente por no conocer su historia. En aquel caso, estar bocabajo al sol me permitió recibir una lección.
¡Qué pesadas me parecían las vecinas del cuarto primera y segunda! Siempre estaban parloteando entre ellas, cada cual apoyada en el alfeizar de su ventana, tuviesen o no que tender. ¿Es qué no tenían otra cosa que hacer más que hablar y hablar…? Un día que estaba aburrida decidí poner la oreja en su conversación. Entonces me enteré de que María, la del cuarto primera, tiene a su única hija estudiando en Alemania y que su marido trabajaba en una empresa de publicidad con un horario inacabable. Solo entonces fui consciente del apoyo que para ella significa la vecindad con Paula, la del cuarto segunda, quien le sirve como paño de lágrimas.
No me olvido de los del quinto. Allí vive un joven matrimonio que se mudó hará cosa de tres años, con sus dos hijos pequeños. La mujer parecía estar muy cansada pero, a la vez, canturreaba feliz, como si estuviese esperando algo bueno y misterioso con muchas ganas. Por las del cuarto supe que, al cabo de unos días, el matrimonio salió a toda prisa hacia no sé dónde. Cuál no fue mi sorpresa al sorprenderme, una lavada después, el llanto de un recién nacido. Ahora de su tendedero penden chaquetitas y toquillas. Si mi dueña se olvida de recogerme durante la noche, de madrugada veo luces cuando llega la hora del biberón.
Bocabajo observo la vida de mis vecinos y sus historias, historias que muchas veces se me escapan. Palabra de camiseta.