XI Edición
Curso 2014 - 2015
Las dudas de un observador
Maite Rebollo, 15 años
Colegio Tierrallana (Huelva)
Todos los días, al finalizar la mañana, de vuelta al taller paso por un parque, en el que hay un precioso lago salpicado de barcas. Cerca de allí, refrescado por las sombra de los árboles, me siento en un banco y observo a la gente.
A menudo veo parejas que pasan, algunas de ellas formadas por chicos y chicas de quince o dieciséis años. ¡Son tan jóvenes!... Se besan y se abrazan continuamente, ajenos a cualquier problema. Pero esta felicidad dura menos de lo que ellos mismos desearían; enseguida empiezan a discutir, gritan y lloran.
Lo mismo ocurre con las familias. Hay niños que cuentan alegremente a sus padres las hazañas del colegio. Ellos les escuchan atentamente y después les permiten jugar, explorar el mundo que les rodea y aprender de la naturaleza. Pero pronto la diversión acaba: cuando el niño baja peligrosamente por el tobogán y se cae, sus padres corren hasta él y le reprenden.
No entiendo el amor. Es maravilloso, lleno de alegría pero, a la vez, puede llegar a causar inmenso dolor en unos y en otros.
Observo todos los días durante horas, pero no logro comprenderlo. Nadie responde a mis preguntas sobre el corazón de los hombres.
Tengo dos piernas metálicas y una lente. En mi interior estoy compuesto por cables y engranajes que no me permiten experimentar eso a lo que llaman sentimientos.
Por eso, tal vez, no entienda a los humanos. Cuando parece que los entiendes, de pronto actúan de forma irracional, la mayoría de las veces cuando mezclan más de un sentimiento a la vez: odio, amor, ira, benevolencia, envidia…
¿Cómo es posible amar a alguien y odiarlo a la vez?
Gracias por leerme, querido creador del modelo autómata 88TH9 (Pit).