XVI Edición
Curso 2019 - 2020
Las facciones de Lucía
Cristina de Paz, 15 años
Tierrallana (Huelva)
Lucía se despertó desorientada en una habitación con el suelo de mármol, de cuyo techo colgaba una lámpara de araña. Le dolía la cabeza y no sabía dónde estaba. Recordó que un chico y una chica la abordaron por la calle. Una vez captaron su atención, él hizo un movimiento con las manos frente a ella y Lucía perdió el conocimiento.
Al incorporarse, se percató de que los asaltadores se encontraban en la sala, mirándola fijamente. El muchacho se le acercó para ver cómo se encontraba, pero Lucía se alejó de él, asustada. No acababa de creerse que en su primer día viviendo en Londres la hubiesen secuestrado.
–¿Hace cuánto que estoy aquí? –preguntó en inglés.
–Son las cuatro de la madrugada –le respondió el chico–. Llegaste a las doce.
Aquello la alertó aún más, pues cuando se encontró con aquellas dos personas acababa de consultar su reloj: eran las diez y media de la noche.
–¿Dónde estoy?
–A dos horas de la residencia en la que vives.
<<¿Cómo sabrá dónde vivo?>>, se dijo Lucía.
En ese momento se abrió una puerta y entró un hombre de unos cincuenta años, vestido de etiqueta.
–Perdónalos Lucía.
–¿Quién es usted?
Las expresiones de los dos muchachos no se alteraron.
–Me llamo Patrick, y aunque no sepas quién soy, te conozco desde que naciste. Después de tanto tiempo, ha llegado la hora de que sepas la verdad.
A Lucía le molestó la seguridad de aquel hombre. ¿La verdad?...
–¿Qué puede usted saber de mi vida?
–¿No es cierto que desde siempre has vivido con tu madre en el sur de España?
La joven se sobrecogió.
–Mi madre nunca me ha ocultado nada.
Se levantó, segura de sí misma, y miró a Patrick a los ojos. Por muy flemático que fuese el tono de voz de aquel hombre, no se fiaba de él. Era un secuestrador.
–Verás, muchacha… –se tocó la barbilla–. Cuando traemos a alguien aquí, es porque han llevado una vida ajena a la realidad –respiró con fuerza–. Se trata de tu padre.
–¿Mi padre? No le conocí. Sólo sé de él por fotografías. Supongo que no cuento para él, puesto que nunca me ha buscado. Desapareció cuando…
–Nunca desapareció –le interrumpió–. Se vio obligado a marcharse. ¿Sabías que es un mago?
–No –le respondió con sorpresa.
–Nosotros también nos dedicamos a la magia.
–Dejad que me vaya. No me intetesa lo que me contáis.
Patrick volvió a respirar profundamente, como si estuviera asimilando las palabras de la joven.
–Está bien. Pero si cambias de idea, sabrás cómo encontrarnos.
Tras un simple chasquido de dedos, Lucía apareció en la habitación de su residencia.
Estaba muerta de miedo. ¿Era real lo que acababa de vivir? ¿Es que acaso la magia existe? ¿Y su padre?... Se puso en pie para mirarse en el espejo. Fue recorriendo sus facciones, con la sospecha de que reflejaban las de Patrick.