VIII Edición

Curso 2011 - 2012

Alejandro Quintana

Las puertas

Cristina Fernández Gel, 16 años

                  Colegio Pineda (Barcelona)  

Cierro las puertas tras mis pasos. Siempre lo he hecho. Bueno, siempre no, desde aquel día. Espero que tras leerme no me juzgues como a una loca. No sé cómo puedo permitirme escribirte esto... Tal vez cuando termines, me entiendas.

Recuerdo el día en que decidí cerrar mi primera puerta. En aquel momento me juré que cerraría todas las puertas tras mis pasos. No iba a dejar que nada me hiciera otra vez tanto daño. Ojalá no hubiera sido así...

El miedo que le tengo a las puertas abiertas, no es hacia las puertas reales (puertas de madera, cristal o metal, puertas grandes o pequeñas, gruesas o delgadas…) No. Ese tipo de puertas solamente separan una habitación de otra. Cuando digo que cierro las puertas tras mis pasos, hablo de otro tipo de puertas, aquellas que yo me creo, las que tengo en mi cabeza.

Con los años que he vivido, he cerrado miles de puertas. La primera fue la de mi juventud, oscura y carcomida. Lo hice sin dudarlo y, aún diré más, tiré la llave un día y no la volví a abrir jamás. No había nada en mis años jóvenes que valiera la pena conservar, al menos nada que yo valorara. Creo que desde entonces ha provocado que haya cerrado muchas otras puertas que me auguraban un buen futuro. Eran puertas abiertas a un sueño, a un amor, a una vida, a la esperanza. Eran puertas abiertas a ti.

Pero, mis puertas no son como las reales, que al cerrarlas sigues recordando lo que esconden. Cada vez que cerraba tras mis pasos una puerta, la olvidaba. Alguna vez me he sentado frente a ellas y me he puesto a pensar en la posibilidad de volverlas a abrir. Y en silencio escuchaba los sonidos que se colaban por las ranuras de la vieja madera. Entonces me decía: “Si un día decidiste cerrarlas, tuvo que ser por una buena razón”.

No pienses que las he cerrado por motivos malos. La puerta que más me arrepiento de haber cerrado es la que te alejaba de mí. <<Es sólo un proyecto, como cuando empiezas a escribir un rap y decides tirarlo a la papelera>> dijo. Yo no le llevé la contraria. Por aquel entonces pensaba igual que él. Además, creyéndomelo desaparecía toda culpa. Jamás habías existido.

Ódiame, me lo merezco. Nunca he saboreado la felicidad. Una vez la vi, pero no es lo mismo. Ahora sé que si no hubiera cerrado tu puerta, la habría palpado con mis propias manos. Una pena que me dé cuenta ahora, tumbada en mi cama a pocas horas de morir. No sé porque, en estos momentos finales se ha abierto tu puerta y te he recordado. ¿Quién era yo para decidir sobre ti? No he tenido una buena vida; mi infancia me marcó. Si no la hubiera olvidado, si hubiera vivido con ella a las espaldas, habría sido más feliz, habría querido ser mejor que mis padres y te habría querido.

Sé que me estas observando en mis últimos momentos de vida. Tengo fe en que tu rostro no sea de odio hacia mi si no de compasión.

Si alguien lee estas páginas, que no cierre las puertas tras sus pasos. Al contrario, que acepte y aprenda de su pasado. Que pida perdón y perdone como le gustaría ser perdonado. Que no olvide lo vivido, que cambie de habitación y la decore, pero que nunca cierre la puerta.

Créeme cuando te digo que me gustaría volver atrás. Ahora daría todo por ver tu rostro. A ti y solo a ti pertenece mi último aliento, el que se consume con un beso al aire que contiene todo el amor que debí darte.

Te quiere:

Tu madre.