XVI Edición

Curso 2019 - 2020

Alejandro Quintana

Libertalia 

Fernando Hidalgo, 14 años 

Colegio Mulhacén (Granada) 

El viento se llevó todo rastro de bravuconería. Tras el puñetazo, unas gotas de sangre saltaron a la congestionada cara del capitán Every mientras el joven se desplomaba inconsciente sobre los tablones humedecidos.

–John, necesito un trago –dijo el capitán de camino a su camarote, mientras se limpiaba el rostro con un pañuelo de seda.

El contramaestre obedeció sin decir una palabra. Le sirvió un vaso de whisky y se lo llevó a sus estancias. A diferencia del resto de piratas, Every odiaba el ron; tenía un exquisito paladar para la malta. Se había sentado en su mesa y estudiaba unos mapas con detenimiento y curiosidad, como si nada acabase de ocurrir. John le entregó el vaso, que bebió lentamente. El contramaestre se disponía a salir cuando el capitán lo detuvo.

–¿Sabes, John? A veces pienso en qué sería de mi vida si no me dedicase a la piratería.

–Y cómo se la imagina, capitán Every –se atrevió a preguntar el segundo de a bordo.

–Nadando en los mares de la pobreza.. Doy gracias al diablo por que no haya sido así. Supongo que por ese motivo llamé a nuestro barco Lujoso.

–¿Qué pretende con todo eso, capitán?

Se hizo el silencio durante unos instantes.

–Los piratas a veces olvidamos nuestro cometido, que es abordar y saquear otras naves, sí, pero con toda la tripulación unida. Lo que diferencia a una tripulación de un puñado de marineros cualquiera es que la primera lucha como un solo hombre –. Dio otro largo trago de whisky–. Y lo que diferencia a un capitán de un monarca, es que el capitán moriría por sus tripulantes. Así que golpear a ese grumete como lo he hecho, no ha sido sensato. Pero el error me ha hecho reflexionar.

–Sigo sin entenderlo, mi capitán –dijo John.

–Al fin al cabo los piratas somos libres, mi querido contramaestre. Y un hombre libre puede hacer lo que quiera. Imagina una colonia de gente libre, sin normas, dedicada a proteger el botín que representa los esfuerzos de muchas vidas. Y ahora –le entregó el vaso vacío–, puedes marcharte.

Every pasó las horas encerrado en su camarote, entregado a la meditación. A la mañana siguiente salió al puente más animado que nunca.

–¡Izad las velas y poned rumbo a África, rumbo la libertad! –gritó al calarse el sombrero.

–Los piratas del Lujoso convivieron durante años como una colonia malgache a la que llamaron Libertalia. Al poco de arribar en Madagascar, un fiero pirata llamado Thomas Tew se les unió junto a sus hombres –explicó el extraño–. Pero tras muchos años de verdadera paz y armonía, la ínsula fue conquistada por las fuerzas de Su Majestad. Every murió durante la refriega, en la que defendió su tesoro a toda costa.

La taberna escuchaba atentamente aquellas palabras.

–Sí, todo lo que nos ha contado suena muy interesante, pero quién es usted y cómo le ha llegado esta historia a sus oídos –preguntó el tabernero–. Nadie ha sabido nunca qué pasó con el pirata Every.

–Mi nombre es William Kidd, y soy pirata de profesión.

–El terrible capitán Kidd –murmuraron con asombro los hombres congregados, pues un pasquín con su rostro estaba por toda la ciudad, con la promesa de una recompensa para quien diera información a las autoridades.

–Fui testigo directo de las hazañas de Tew y Every –concluyó

Acto seguido terminó su ron, dejó una generosa propina sobre la barra, se echó la capucha sobre la cabeza y se marchó a paso ligero. Los marineros, atónitos, no se atrevieron a detenerlo. Era un hombre libre, un pirata de verdad.