XI Edición

Curso 2014 - 2015

Alejandro Quintana

Los pañuelos

Irene Villarreal, 16 años

                Colegio Senara (Madrid)  

Desde el momento de su nacimiento, siempre había sentido el pañuelo sobre sus ojos. Este cambiaba de color y de tela según su poseedor, pero todo el mundo –también ella- llevaba un manto lo suficientemente oscuro como para impedir que vieran el mundo que les rodeaba.

Pero ella sentía algo diferente que, por experiencia, sabía que era único: si se concentraba podía ver, a través de la diminuta trama del pañuelo, sombras y tenues rayos de luz que amenazaban con deslumbrarla si abría completamente los ojos. Además, percibía sonidos extraños: el murmullo del agua como la maravillosa música de un violín y los cantos de los pájaros, siempre alegres independientemente de si era noche o día.

Solía preguntar a los demás si ellos también podían escucharlos, pero le miraban extrañados, pensando qué tendría de maravilloso el ruido del tráfico o el retumbar de los truenos. Le costaba comprender por qué sólo ella podía percibirlos, cómo podía ser tan oscuro el pañuelo que tapaba sus ojos.

Al fin se decidió a deshacerse de tan temida prenda y, sobrecogida, observó el mundo tal y como es... No podía haberse imaginado nada más bello.

Puede que hubiera demasiados coches, pero fácilmente podía intercambiar su rugido por la cadencia de la música que escuchaban sus ocupantes o por los silbidos de los conductores que se alegraban de ir a trabajar.

Puede que a veces lloviera y el cielo se apagara, pero aun así era precioso observar cómo el agua del cielo hacía que bosques y jardines revivieran, o cómo alguien, tímidamente, se atrevía a cantar bajo la tormenta para declarar su amor a una muchacha.

Desde entonces comenzó a arrancar los pañuelos que cegaban a la gente, para que, como ella, descubrieran la belleza del mundo.