VII Edición
Curso 2010 - 2011
Los pilares del universo
Mónica García, 14 años
Colegio La Vall (Barcelona)
Allí estaba otra vez. Cerró los ojos y ya se encontraba en aquella extraña dimensión, en la que una enorme sensación de ingravidez y absoluto silencio se apoderaban de ella y la envolvían como si se hallara en el interior de una gran burbuja, flotando por el espacio a merced de las fuerzas del universo. Todo era inmenso y tomaba formas geométricamente deformes y uniformes, dependiendo de la situación, sin que hubiese una explicación racional.
Para ella, cada vez eran mas frecuentes esos “viajes”, pero el mero hecho de estar en esa fase (palparla, tocarla o pisarla), le otorgaban las capacidades de una persona de la sexta dimensión. Se había familiarizado tanto que la consideraba su segundo hogar.
Estef era una chica de 14 años, jovial y alegre, buena estudiante, responsable en casa y muy apegada a su familia. Pero últimamente y de forma drástica, su comportamiento y actitud empezaban a cambiar. Aunque sus padres lo achacaban a los cambios propios de la pubertad, estaban preocupados por esa sorpresiva actitud.
Habían llegado las vacaciones de Navidad. A pesar de haber sacado pésimas notas escolares, Estef le dijo a su madre :
-A Sara , le han comprado un móvil i-phone.
-¿Qué me quieres decir con eso?
-Que estoy harta. Todo el mundo tiene móvil, play station y ropa de marca, menos yo, que no tengo nada. Sois unos tacaños.
-En la vida lo material no es lo más importante, ¿entiendes, hija mía?. Vete a tu cuarto y adelanta tus deberes. Luego, a dormir -le conminó muy enfadada.
Estef dio un portazo y, desafiante, en vez de hacer los deberes se puso a ver una película, como hacia últimamente cada vez que se enfadaba. Después tomó una ducha y, sin cenar, se fue a la cama a recordar y revivir la preciosa historia que acababa de contemplar.
Cerró los ojos y, en segundos, entró de nuevo a la sexta dimensión. Es así como conoció a otras especies ,otras culturas, otros planetas.
La gente de aquella dimensión no tenía nada material, ya que no lo necesitaban. Se comunicaban telepáticamente y su función era aprovechar y coger energía de las buenas sensaciones y acciones que los humanos percibíamos de la naturaleza y de la bondad de otros humanos. Para poder realizarlo, estos seres tienen portales, que son las mentes de algunas personas como Estef. En función del grado de evolución o madurez, se ordenan por dimensiones, siendo la máxima la sexta.
Estef se hizo amiga de una persona que llevaba muchísimos años luz en la sexta dimensión. Esa persona le explicó muchísimas cosas, como que una vez completada la evolución, recabábamos en la sexta dimensión para morir. Pero antes teníamos que haber pasado por la cuarta y la quinta, pues en cada una de ellas teníamos una función que realizar.
En uno de esos contactos, le mostró y enseñó los lugares donde se cogía mas energía de la tierra.
A la mañana siguiente Estef se despertó como todos los días. Durante las siguientes semanas su vida transcurrió de forma más o menos normal, hasta que finalizó el curso escolar.
Estef aprobó todas las asignaturas no sin cierto sacrificio y esfuerzo personal. El premio a ese esfuerzo fue que no debía pensar en los estudios hasta septiembre.
Sus padres habían decidido que toda la familia haría el Camino de Santiago desde Roncesvalles.
Cada día recorrían 30 kilómetros. Las primeras jornadas fueron interminables caminatas que acababan en un albergue en el que compartían alojamiento, comida, cena, ducha y cama con el resto de peregrinos, procedentes de todos los rincones del mundo.
Conforme iban pasando los días, los dolores y agujetas fueron desapareciendo.
Lo que al principio se antojó una misión imposible, conforme pasaban los días se fue transformando en un nuevo ánimo. Al margen del cansancio, la lluvia, el sol, el calor, el frío, la sed..., cada día era una nueva aventura. Estef conoció pueblos y ciudades, como Burgos, con su catedral,y, sobre todo, caminantes que le ofrecieron su amistad junto a todos los valores y virtudes.
Como colofón a aquel reto, llegaron a la plaza del Obradoiro y abrazaron al Apóstol antes de que les estamparan el último sello que acreditaba su gesta penitencial.
Ya de vuelta en casa y todavía con algunos días de vacaciones por delante antes de que arrancara el nuevo curso, Estef no volvió a viajar más en sueños a la sexta dimensión. Sin embargo, estaba convencida de que la energía que recogían aquellos seres provenía del Camino de Santiago.