XVI Edición

Curso 2019 - 2020

Alejandro Quintana

Madurar

Yitong Pan, 16 años

                 Colegio Iale (Valencia)  

¿Cuándo maduramos los adolescentes? <<Cuando cumplas dieciocho años>>, nos dicen algunos. <<Cuando ya no necesite de alguien para protegerme>>, pienso a veces. <<Cuando sea económicamente independiente>>, creen muchos de mis colegas. Quizá lo que nos falte sea preguntarnos qué significa madurar.

Mi vida no ha sido fácil. Tuve una infancia tan desventurada que no la querría volver a pasar. Hace diez años salí de China junto a mis padres, para llegar a España, donde nunca antes había estado. Al ser un país tan distinto al mío, me sobrecogieron las sensaciones de miedo, desconfianza e intranquilidad, como si fuesen olas en marea alta que poco a poco me iban ahogando. 

Poco después, me llevaron a un colegio en el que no conocía a nadie. En las clases estaba ausente, ajena al resto de mis compañeros. No poder hablar su misma lengua, lo que me impedía hacer amigos.  Las causas que me dificultaban adaptarme eran muchas. Por si fuera poco, los estudios tampoco me encendían la luz verde. Así que vivía frustrada y empecé a perder la fe en mí. No sabía cómo situarme.

Como no podía cambiar esa realidad, acepté todos mis condicionantes y admití que era una niña asocial. Es decir, reconocí que no era una chica perfecta, que me sabía impotente y que mis esfuerzos no llegaban a ninguna parte.

Ese pesimismo me acompañó hasta Secundaria, que fue la etapa en el que me di cuenta de que el tiempo es oro. Había llegado a una edad en el que tenía que brillar como una estrella; no podía continuar malgastando el tiempo con desesperanzas, como lo había hecho hasta entonces. Por fin decidí pasar de hoja y comenzar mi aventura. Me prometí a mí misma que a partir de entonces iba a vivir de un modo diferente.

Madurar es un concepto que no está necesariamente atado a la edad. La madurez queda evidente cuando nos atrevemos a enfrentarnos a las distintas situaciones que nos presenta de día a día y tratamos de salir adelante después de cada fracaso, ya que de los fracasos nacen los logros.

Madurar es aceptar nuestras imperfecciones y no ser tan obstinado cuando decidimos dirigirnos única y exclusivamente por las emociones. A lo largo del tiempo nos vamos a medir con numerosas dificultades. Lo importante es no rendirse nunca ante ellas.