XVI Edición

Curso 2019 - 2020

Alejandro Quintana

Memoria y estudio

Carlos Abadía, 16 años

                 Colegio La Farga (Barcelona)  

Cuando se acercan las fechas de los exámenes de evaluación, me entra un sudor frío. La experiencia me dice que, en buena medida, todo va a depender de mi capacidad de memorización y no tanto del uso que haga de la lógica o de mi creatividad. No es que la memoria sea el eje principal en la enseñanza en mi colegio, sino que se trata de la principal base educativa de nuestro país. Entonces maldigo a Napoleón, que por lo visto fue quien diseñó este modo de aprendizaje que nos condiciona a los adolescentes del sur de Europa. No importa tanto entender las cosas como ser capaz de redactarlas tal y como aparecen en los libros de texto, como si fuésemos escribas con cualidades de papagayo.

Insisto, nuestro método actual se basa en el aprendizaje repetitivo, es decir, en la memorización del libro de texto y los apuntes. Sin embargo, como me dijo un profesor, nadie nos ha enseñado a memorizar, ni nos ha ofrecido las técnicas necesarias, ni sabemos el tiempo que hay que dedicar para asimilar las materias. Si es así, ¿cómo podríamos sacar mejor provecho a nuestro tiempo de estudio? Si este consiste en la mera reproducción memorística, deberíamos recibir un modelo previo para grabar en nuestra cabeza los conceptos. Al fin y al cabo, cuando llegan los exámenes no nos acordamos de la respuesta fotográfica de algunas preguntas, o nada más finalizarlo nuestros conocimientos memorizados caen en el olvido.

Este sistema nos causa otro problema: los exámenes no valoran con objetividad el esfuerzo individual. Si me pongo en la piel de un chico responsable con dificultades para la memorización, sé que cuando le entreguen las calificaciones de las pruebas realizadas, se encontrará con que las horas de estudio apenas le han rendido, pues habrá recibido la misma calificación que otros compañeros que no necesitan mucho tiempo para memorizar. La manera de evaluar valora más las cualidades que el esfuerzo. 

Me encantaría que cambiara nuestro sistema educativo. Además, me consta que en algunos colegios se están poniendo a prueba diferentes maneras de aprender, como la de los finlandeses. En Finlandia, país que presume de los mejores resultados educativos, no hay exámenes, lo que podría ser oportuno.

Nos queda mucho que hacer para cambiar las cosas. A fin de cuentas, la educación es la herramienta más poderosa para que los jóvenes podamos mejorar este mundo.