XI Edición
Curso 2014 - 2015
Mi flauta travesera
Sofía Daley, 14 años
Colegio Iale (Valencia)
Toco la flauta travesera desde los nueve años.
Recuerdo el día que la profesora de música nos dijo que debíamos elegir un instrumento para aprender a tocarlo. Nos llevó a una sala de música y nos dejó probarlos todos. Algunos parecían pesados. Otros, muy ruidosos. Y todos, sin duda, lejos del alcance de mi, por entonces, pobre talento musical.
Reconozco que ninguno me llamaba la atención, hasta que la encontré en un rincón… Era una flauta travesera, de la que no me he separado desde entonces.
Tocar un instrumento es razón suficiente para cambiarte la vida. Basta con lanzarte a practicar una melodía para que ésta te acompañe en adelante. Con la música se mitigan los problemas. Con las notas de un pentagrama, el mundo parece mejor.
Al principio no fue fácil. Tuve que dedicarle muchas horas y mucho esfuerzo, como a cualquier otro conocimiento que merezca la pena.
Mentiría si dijera que nunca he considerado rendirme, que me vencía la dificultad de muchos ejercicios, momentos en los que me parecía imposible aprenderme el lenguaje de las partituras. Pero al superarlo, descubría que la recompensa es magnífica.
Me acuerdo de la noche de mi primer concierto. Fue con la banda del colegio y ninguno de los intérpretes habíamos tocado en público. Todos estábamos muy nerviosos; el corazón se nos escapaba del cuerpo. Pero en cuanto el director golpeó el atril con su batuta, todo cambió. Los instrumentos se unieron y las piezas salieron mucho mejor de lo que esperábamos.
Aquella noche me di cuenta de que no solo me gusta tocar la flauta de forma individual, sino que también me encanta pertenecer a una orquesta, por el orgullo de formar parte de un grupo tan armonioso.
Veo el futuro… Tocaré la flauta con veinte años, con cincuenta e, incluso, con 90 si Dios me regala tanta vida.
Acudir a clase de música ya no es un esfuerzo, sino que practicar con la flauta se ha convertido en un instinto natural. He aprendido y he disfrutado mucho desde que comencé a tocar, pero me sigue faltando mucho por aprender.
En conclusión, yo no elegí a mi flauta travesera; ella me eligió a mí.