XI Edición

Curso 2014 - 2015

Alejandro Quintana

Mi isla

Covadonga Gómez García, 16 años

                Colegio Senara (Madrid)  

Vivo a tomar vientos del resto de mis amigas. Tengo suficiente edad para usar el transporte público, pero no para conducir el mío propio.

Pertenezco a una preciosa ciudad llamada Madrid, pero mi apeadero se encuentra en una ínsula que lleva Rivas como nombre, que está en los inicios de su historia: es un pueblo joven con ganas de expandirse.

Así que cada día me muevo en este contraste: el pueblo y la ciudad. Mi carácter curioso y el instinto de experimentar me impide quedarme en casa y contentarme con pasear solo por mi barrio, como hacen muchos de mis vecinos. Madrid es una ciudad que le aporta mucho a quien la visita, y no solo la primera vez. Cada uno de mis viajes –que son diarios- es como el primero, pues la capital de España es una explosión de cultura, luces, mucha gente y, cómo no, gastronomía. Cuando escucho pronunciar su nombre, me enorgullezco de haberla hecho mía. Aunque hablo muy bien de ella, peco de no conocer su mapa. Me pierdo por sus calles, y fruto de ese extravío no dejo de conocer lugares nuevos.

Aunque Madrid forma parte de mi mundo, mi casa se encuentra a unos sesenta minutos en autobús de la plaza de Cibeles. En el mundo en el que vivimos, es mucho tiempo. Dos horas más en coche, y llego a Valencia. Pero el problema no es que viva lejos sino que el transporte en Rivas deja mucho que desear.

Mis amigas viven en el centro de la ciudad, por lo que no les apetece demasiado acercarse a conocer mi isla. Esto hace que me plantee si existen inconvenientes en vivir en las afueras.

Pero, a pesar de todo, uno termina por cogerle cariño a su isla. Pecaré, como todo ser humano, de anhelar lo que no tengo, pero me gusta Rivas, pues allí me he criado y viven las personas a las que más quiero.