XVIII Edición

Curso 2021 - 2022

Alejandro Quintana

Mirabel 

Leire Gómez Montero, 13 años

Colegio Ayalde (Vizcaya)

–Y ahora, en esta velada tan emocionante de Talentos Españoles Junior, le cedo el escenario a Mirabel, una joven músico de trece años –anunció el presentador del programa.

La niña se sentó frente al piano. Sus manos temblaban sobre las teclas. Miró hacia el público y a las cámaras, respiró hondo y comenzó la pieza musical que tanto había ensayado.

Un matrimonio estaba sentado entre el público. Observaban a Mirabel con orgullo. Tenían a la niña en régimen de acogida desde hacía unos años, y faltaba poco para que pudieran recibirla en adopción como a una hija. Pensaban que la participación de Mirabel en aquel programa en directo le iba a cambiar la vida para bien. No podían imaginarse que una mala mujer estaba sentada en su casa frente al televisor. Nada más oír el nombre de la pianista, la reconoció: era su hija.

Mirabel nació un día de mayo. Su padre, obrero en una fábrica, falleció en un accidente de trabajo poco después del nacimiento de su hija. La madre de la niña era una persona reservada y –según aquellos que la conocían– misteriosa. No mantenía contacto con sus familiares ni con los de su marido. Así que después de morir su esposo, se quedó sola con la pequeña Mirabel. Rápidamente fue quedándose sin recursos. Cuando el bebé cumplió tres meses, decidió dejarla en una casa de acogida.

La pequeña pasó los seis primeros años de su vida en aquella institución. Fueron tiempos repletos de anhelos por ser adoptada. Afortunadamente, nada más cumplir seis años y medio, un matrimonio de Zaragoza se ofreció a cuidarla. Durante los años que pasó junto a ellos pasó de ser una niña retraída a descubrir sus talentos, entre ellos el de la música.

Pocos días después de la actualización en el programa, el matrimonio recibió una citación judicial. Dolores, la madre biológica, exigía su derecho a custodiar a la niña. Aquel buen hombre y aquella buen mujer, además del desgarro, intuyeron que en aquella señora había un interés crematístico. No podían pagar para evitarlo, así que hicieron lo posible para que las últimas horas junto a Miribel fuesen memorables.

Meses después, un día, la policía encontró a Mirabel deambulando por la ciudad. Su madre apenas se ocupaba de ella. Durante el nuevo proceso judicial, el matrimonio zaragozano pudo por fin adoptarla. Y el piano volvió a llenar de alegría su casa.