XI Edición

Curso 2014 - 2015

Alejandro Quintana

Mis héroes

Gema María Rodríguez, 16 años

                 Colegio Pineda (Barcelona)  

Tengo que reconocer que, gracias a un trabajo de investigación, ya no soy la misma.

Me ha cambiado conocer de cerca los estragos del nuevo grupo terrorista que se hace llamar Estado Islámico, que está asesinando, haciendo sufrir y huir a muchas personas en África y Oriente Medio.

He descubierto, además, cómo vive la población cristiana de esas zonas del mundo, en las que es una minoría religiosa. Hay imágenes que lo dicen todo: todavía, en pleno siglo XXI, hay personas que son torturadas a causa de su fe (crucificadas, degolladas, quemadas vivas, reventadas en el interior de las iglesias...).

Estas imágenes se me han quedado grabadas en el corazón, en concreto el rostro de un hombre que pendía de una cruz y el de una niña degollada. Por la fluidez de las noticias que nos llegan, da la impresión que el martirio es ahora más numeroso que en tiempo de las primeras persecuciones.

Qué doloroso el poco conocimiento (consecuencia del poco interés) que tenemos en Occidente de lo que ocurre en aquellos países. Nos gobierna una pasividad que sólo parece reactivarse con estas terribles crisis humanitarias.

Gracias al trabajo he conocido los proyectos de la institución internacional de derecho pontificio, Ayuda a la Iglesia Necesitada, que hace realidad el compromiso de no dar la espalda a ningún cristiano perseguido. Su labor me ha hecho pensar que también está en nuestras manos no conformarnos con la impresión que nos causan estas noticias, sino comprometernos con aquellos que hacen frente a las necesidades de las víctimas del odio religioso.

Tal vez si el mundo valorase a los hombres más débiles, aunque se encuentren en rincones remotos, no sería tan fácil que los terroristas anduvieran a sus anchas. Como lo que sucede es, más bien, lo contrario, triunfan aquellos que, mediante una degradación moral que no acabamos de comprender, no valoran la vida pues se alimentan de odio. Al menos nos queda el testimonio de fe, fortaleza y valentía de sus víctimas.

Desde que empecé con este trabajo de investigación, no he podido pasar un día sin acordarme de los cristianos perseguidos. Nunca se me borrarán las imágenes de su dolor, pues les han convertido en mis héroes anónimos.