XIII Edición

Curso 2016 - 2017

Alejandro Quintana

Nervios a flor de piel

Beatriz Ros, 16 años

                Colegio Senara (Madrid)  

Estaba muy nervioso; le sudaban las manos mientras se anudaba la corbata de rayas que ella le ordenó ponerse. De lo que le temblaban, casi no podía atarse los cordones de los zapatos. Hizo un intento de peinarse, pero la raya no quería salir recta; más bien, serpenteaba por su cabeza. Salió de casa un poco antes, porque no soportaba quedarse esperando en el sofá. Deseaba que aquella tortura finalizase. Todavía barajaba la posibilidad de no presentarse, de no entrar nunca en esa sala todavía desconocida para él, escenario de sus últimas pesadillas.

De repente oyó un motor que se detuvo frente a su casa, y sintió una mano rodear su muñeca. Una boca se acercó a su oído para decirle:

—Tranquilo Fer, no dejes que te apabullen... Estaré allí, contigo—. Ambos subieron al coche—. Te preguntarán varias cuestiones de rigor, hasta que se aseguren de que tu historial delictivo está limpio.

Esto último lo dijo sonriendo, lo que consiguió relajarle.

El coche se detuvo delante de un elegante edifico. Ella le tomó de la mano y le llevó hasta el ascensor. Presionó el botón de la planta correspondiente con seguridad. Cuando las puertas se abrieron, él ya se había secado la frente varias veces y sus dedos estrujaban la corbata.

Ella le situó ante una puerta ancha, de madera oscura y aire solemne. Cuando la abrieron, se encontró con algo que no esperaba: un rostro menudo coronado por una cabellera en la que se veían unas canas prematuras. Aquel personaje le sonrió, lo que le despertó cierta desazón, pues se había esperado un rostro seco, avinagrado, unos ojos grises y unos labios fruncidos. Si embargo, en su faz todo era ternura.

Respiró hondo y entró al fin en la casa de los padres de su novia. Tragó saliva, decidido a conocer a sus futuros suegros.