VIII Edición

Curso 2011 - 2012

Alejandro Quintana

Ni una gota en el tintero

Juan Carlos Pardo, 15 años

                 Colegio Iale (Valencia)  

Crisis, una palabra repetida una y otra vez en bares, medios de comunicación, colegios…, lo que no es de extrañar ya que el paro roza los cinco millones de personas.

Cuando salgo a la calle, me suelo hacer una pregunta: ¿qué es lo que me gustaría ver y qué es lo que veo? Me gustaría presenciar un mundo bello y lleno de valores en el que las preocupaciones y los problemas no fueran más allá del <<¿qué me pongo, la corbata roja o la azul?>>, pero desgraciadamente el nivel de satisfacción general que percibo al abrir mis ojos y observar la realidad a la que me enfrento es inferior a cero.

Me preocupa la sociedad en la que me encuentro, pues vive una gran distopia: sesenta delitos y faltas por cada mil habitantes; treinta y seis coma ocho por ciento en fracaso escolar; cinco millones de desempleados y un veinticuatro por ciento de familias que sobreviven gracias a la caridad cristiana. Mi utopía se encuentra muy lejos de todos estos datos.

Mucha gente no piensa lo que hace y, mucho menos, dice lo que piensa. Ahora mismo España es como el Titanic, un buque grande y de lujosa apariencia, fuerte y potente pero que cada vez está más cerca de un caluroso infierno que del paraíso.

<<Estamos en la Liga de Campeones de la economía mundial>>, dijo el ex presidente de gobierno en uno de sus actos públicos. <<Crisis... ¿Dónde?>>. Eso me pregunto: ¿dónde está la crisis? Siguiendo el simil de la liga, ahora jugamos contra el C.D. Vitoria y el Portugalete, a quienes aprovecho para enviar un cordial saludo.

Cuando un capitán comprende que su barco se hunde, hace todo lo posible para no hacer agua. Todo menos quedarse quieto, contemplando la gran depresión y declarando repetidas veces: <<nos hundimos como se hunden todos. De hecho, si se hunde el Titanic cómo no me voy a hundir yo, humilde velero>>.

Otros países, como Francia y Alemania, parecen saber cómo llevar esta situación. Por eso, ellos son los campeones mientras nosotros nos quedarnos como estábamos o nos hundimos con el barco sin hacer nada por evitar el naufragio. Al final el tiempo actúa de justiciero y pone a cada uno en su lugar. Si mi forma de actuar o pensar mereciera que yo viviese en una utopía, ¿por qué no tú, querido lector?