VII Edición
Curso 2010 - 2011
Nuestro destino es inevitable
Miguel Guerrero, 15 años
Colegio Altocastillo (Jaén)
Miguel caminaba por la calle absorto, contemplando los escaparates de las tiendas que desfilaban ante él. Es lo que le parecería a quienes se cruzaban con él pero, en realidad, Miguel estaba pensando en los últimos acontecimientos de su vida.
Desde hacía tres años recibía unas desconcertantes cartas sin remite. Estaban escritas a mano en tinta negra y lo único que decían era: “Será en Haití” o “Será en Brasil” o “Será en Japón”. A las primeras, no les hizo caso pero, una vez comprobó que cada vez que recibía una de aquellas misivas, a los quince días ocurría un desastre natural, empezó a tomárselo en serio. Llamó varias veces a la policía, a científicos e, incluso, apareció en varios programas televisivos con las cartas, pero no dejaron de tomarle por un loco o por alguien con ganas de fama.
Miguel no tenía familia y sus amigos le habían dejado de lado al ver que no casaba en su afán de hacerse oír.
He dicho caminaba, pero más bien debería haber dicho que se deslizaba, pues parecía un fantasma.
Catorce días atrás había recibido la última de esas cartas. En lugar de decir “Será en…..”, solo tenía escrita una palabra, palabra que sonaba como una condena en la mente de Miguel.
“Adiós”
Desde entonces apenas había podido dormir ni comer. No sabía qué podía significar. ¿Acaso que no le iban a escribir más? ¿O era un adiós definitivo que preludiaba que el fin estaba cerca?.
Sabía que si intentaba de nuevo dar a conocer ese mensaje, lo encerrarían.
Había llorado, para qué negarlo. Había maldecido, desesperado. No le quedaba nada en su interior.
Acudió a la iglesia, hizo algunas de las cosas que siempre quiso hacer antes de morir, se había reconciliado con algunos de sus antiguos amigos. Ahora solo le quedaba esperar. Pero, esperar a qué.
Se sentó en un banco y se fijó en la gente, en lo feliz que parecía todo el mundo. ¿De verdad estaba todo a punto de desaparecer?
Reflexionó sobre su vida y de las cosas que le hubiera gustado cambiar.
Finalmente llegó a la conclusión de que lo que tuviera que pasar, pasaría.