XVIII Edición
Curso 2021 - 2022
Osos
Carlos Melgosa, 14 años
Colegio El Prado (Madrid)
Una noticia en la página par de un periódico asturiano, “La Nueva España”, dio a conocer a finales de septiembre de 2003, el fallecimiento de Pelayo Menéndez a causa del ataque de un oso pardo. Lo asombroso fue que Pelayo llevaba trece años pasando los veranos en los bosques de Somiedo, conviviendo con los plantígrados de la cordillera.
Pocos conocían el pasado de Pelayo. Con catorce años, cuando vivía junto a su madre en la ciudad de Oviedo, comenzó a consumir drogas. Después de un tiempo, ante el riesgo de que su vida quedara dañada para siempre, decidió romper los lazos con la delincuencia. A los dieciocho años disfrutó su primer verano en las montañas, en donde vivió en soledad.
En los Picos de Europa habita el oso pardo, el omnívoro más grande de Europa y el más peligroso, pues también se alimenta de carne. Los individuos más pesados llegan a los cuatrocientos kilogramos en la edad adulta, y suelen vivir apartados del hombre, en lugares de difícil acceso. Pero Pelayo conoció los refugios de esas bestias, que se encontraban a varias horas del último camino carretero. Las aldeas más próximas se situaban a decenas de kilómetros de las oseras. Si sobrevivió, fue porque sabía cómo actuar cuando un oso apareciera a poca distancia de él: se comportaba como si también fuera un oso: se ponía en cuclillas, gritaba y hacía aspavientos con brazos y manos, para intimidarlo y ahuyentarlo.
Cuando se refugiaba en las montañas, su único compañero era un zorro al que alimentó desde que lo encontró de cachorro, y al que Pelayo le contaba sus inquietudes.
En 2003 ocurrió algo inesperado en la vida del joven. Tenía planeado abandonar los bosques de Somiedo al final del mes de septiembre, como tenía por costumbre, pues el invierno es demasiado duro en aquellos parajes. Pero la primavera y el verano fueron muy secos, y los osos habían comido demasiado poco como para poder superar los meses de hibernación. Por eso estaban agresivos.
Fue un guarda forestal el que se encontró el cuerpo de Pelayo, desgarrado y a medio devorar. Había muerto bajo las zarpas y los colmillos de aquellos animales que creía comprender.