XVIII Edición

Curso 2021 - 2022

Alejandro Quintana

Páginas de oro 

Ainhoa Martínez Estrada, 17 años

Colegio IALE (Valencia)

Mis padres no terminan de creérselo: les extraña que ya no me pase tanto tiempo con el teléfono móvil. Y les asombra encontrarme en un rincón del salón de casa, enfrascada en la lectura. Y para colmo de las sorpresas, casi se quedan sin aire cuando les mostré los escritos que he publicado en Excelencia Literaria. De alguna manera, piensan que soy otra… cuando soy la misma, pero poseedora de un descubrimiento que antes ni siquiera podía imaginar: me he enamorado de la Literatura. Sí, no lo escondo: he descubierto que me encanta leer y escribir.

Cuando comencé esta aventura, no podía imaginar que me fuese a gustar tanto, ni que terminaría por mostrar a los demás una faceta de mí que ni yo sabía que existía. Escribir y leer me ha ayudado a comprender que el mundo está más allá de una pantalla.

Es cierto que el tiempo de un estudiante de bachillerato es limitado, pero cuando te apasiona algo encuentras el modo de dedicárselo. Así fue mi caso. Pensaba que no podría abrirle un hueco a la lectura y a la escritura, pero cuando me enfrenté a la posibilidad de disfrutarlo, lo he convertido en una maravillosa rutina. Incluso estoy dispuesta a sacrificar horas de sueño por no despegarme de la trama de alguna novela, pues pocas cosas me llenan tanto como llegar al final de la página y pasarla, para descubrir que la historia continúa. La lectura me sumerge en mundos desconocidos y me brinda la oportunidad de formar parte de ellos. 

Cuando escribo me apodero de los personajes, del espacio y del tiempo en el que se desarrolla la acción. Bastan las palabras impresas en un papel, capaces de llenarlo de fantasía, amor, viajes…. Los libros y la escritura creativa me conducen a universos paralelos, en los que me apropio de vidas ajenas que me ayudan a comprender a los demás seres humanos.

Me entristece ver cómo, poco a poco, las estanterías de muchos jóvenes se van quedando sin libros, que reemplazan con películas, peluches, adornos y cualquier otro objeto. Si en algún lugar de la casa permanecen los pocos volúmenes que se han salvado de la quema, sobreviven a su suerte cubiertos de polvo.

Dejar de leer es un doloroso error, pues no hay nada mejor que sentarse frente a un atardecer con una novela y disfrutar de sus páginas de oro.