XX Edición

Curso 2023 - 2024

Alejandro Quintana

Palabra de dormilona 

Berta Ramón-Borja, 15 años

Colegio Altozano (Alicante)

Me encanta dormir. Si por mí fuera y si no hubiera colegio y mi madre no encendiera la luz de mi cuarto ni abriera la ventana para que la brisa de las mañanas se colara en mi pequeña habitación, pasaría buena parte de las mañanas dormida. Y después de comer, me echaría una siesta. Y durante los viajes, para que se me hicieran más cortos, sumaría kilómetros y kilómetros en los brazos de Chatito. 

Lo único que podría explicar mi querencia por dormir, es que sea una característica familiar, un rasgo que salta de generación en generación. De la rama de mi madre, desde luego, no viene, ya que ella se despierta al mínimo ruido y ante la más pequeña ralladura de luz. Así que, sin ninguna duda, lo he heredado de mi padre. 

El sueño se me va acumulando a lo largo de la semana. Soy una niña muy activa y siempre estoy ocupada. Por eso me escasea el tiempo libre y no se me suele ofrecer la oportunidad de dormir muchas horas de un tirón. Al final cada cual quiere aquello que no tiene. Por eso, cuando al fin me quedo dormida sin la amenaza del despertador, nada más abrir los ojos espero con ansia que se me aparezca una nueva oportunidad de poder dormir sin límites.  

No me cabe en la cabeza que pueda existir una sola persona en este enorme planeta a la que no le guste dejarse llevar por la mejor actividad posible, en la que no existen preocupaciones porque todos somos igual de vulnerables. Si durante el día se nos permite disfrutar de las miles de maravillas que tenemos a nuestro alcance, cuando el sol se esconde y la luna asoma, nos desconectamos durante unas horas de todo para reponer fuerzas para el día siguiente. Si vivir es genial, para vivir con plenitud necesitamos todas las potencias necesarias para afrontar cada reto. Aquí no hay “superhéroes”: a pesar de nuestras diferencias, todos los humanos tenemos la necesidad de parar y descansar. 

Adoro la sensación de irme a la cama los viernes, segura de que al día siguiente podré despertarme a la hora que me apetezca. Sin embargo, hay momentos en los que siento un malestar conmigo misma: cuando me paso una mañana completa durmiendo, cuando desaprovecho parte de la tarde con una larga siesta, cuando no disfruto del hermoso paisaje que ofrecen las carreteras por haberme pasado los kilómetros dormida. 

De vez en cuando pienso que debería disfrutar más de todo aquello que me rodea, sobre todo del tiempo, porque el tiempo vuela y después nos arrepentimos de no haber exprimido las horas que tuvimos. Palabra de dormilona.