XI Edición
Curso 2014 - 2015
Perseguir un sueño
Eduardo Sanz Campoy, 16 años
Colegio Mulhacén (Granada)
Casi todos tenemos una afición: el deporte; escuchar, tocar o componer música; la escritura, el coleccionismo... Asuntos que nos apasionan y que, en muchos casos, nos gustaría que se convirtieran en un medio que nos diera de comer ya que, a la hora de enfrentarnos al futuro, los adolescentes no vemos con claridad en qué deberíamos trabajar.
Dicen que soñar es gratis. No cuesta imaginarse a uno mismo marcando un gol por la escuadra en un campo abarrotado de hinchas, hacer corear a la multitud nuestro último éxito musical o, incluso, recibir un premio literario de manos del Rey. Sin embargo, el problema comienza cuando queremos transformar nuestros sueños en realidad.
A mí también me asusta soñar. Por lo visto, ese temor es parte del juego porque, al parecer, a partir de los dieciséis años los sueños deben encaminarse a nuestro futuro profesional. Y es que no es lo mismo aspirar a ser médico (algo costoso y loable) que apostar por lo que realmente uno quiere, enfrentándonos, a veces, a la opinión de nuestros padres. Con buen juicio, les preocupa qué vamos a comer el día de mañana. A los míos, por ejemplo, les pareció estupenda la decisión de estudiar Derecho hasta que, siguiendo mis sueños, he decidido optar por Historia y Periodismo.
Soñar de niño, como decía, era fácil y divertido. Cualquiera podía despedirse de la tierra desde la ventanilla de un cohete. Ahora soñar implica una serie de consecuencias reales y el empeño por hacer realidad nuestros sueños nos asusta, ya que encontramos notas de acceso muy bajas para acceder a carreras como Filosofía o Filología, muy vocacionales, mientras aquellas consideradas “seguras”, como Derecho o ADE, ponen notas absurdamente altas. ¿Será la demanda y el mercado laboral los que limitan la capacidad de soñar por parte de los futuros estudiantes? Tal vez, en lugar de sueños, se trate de una pretendida seguridad.
Muchos tendremos empleos que aún no se han inventado. Hay profesiones que hace unos años no existían (telecirujano o diseñador de prótesis en 3D) que ahora son las más cotizadas. En un mundo que nunca deja de evolucionar, no podemos pensar que todo seguirá tal y como lo conocemos. A menos que uno sea adivino, es cuanto menos atrevido afirmar que una carrera no tiene salidas.
Johny Cash, uno de los músicos más influyentes del siglo XX, tenía un sueño: ser cantante. Desobedeciendo la orden de su padre para que trabajara en la granja de la familia, se lanzó a la carretera sin más equipaje que una guitarra. Inspirados por su historia, podemos ver como no existen carreras con salidas sino gente con aptitudes. ¿Cuántos posibles Cervantes, Pelés o Mozarts no se habrán perdido por esta cobardía? ¿Podemos privar al mundo de otro posible genio?
Aun así, aquel que mida un metro cincuenta jamás llegará a ser jugador profesional de baloncesto. Es decir, debemos ser conscientes de nuestras capacidades y limitaciones, orientándonos hacia lo que es más posible y no sólo más ilusionante.
Siempre habrá quien nos intente desanimar, quien nos diga que nuestros sueños son estupideces. Está en nuestras manos demostrar hasta dónde podemos llegar.