XVI Edición

Curso 2019 - 2020

Alejandro Quintana

Phombies

Arancha Palomino, 17 años

                 Colegio Grazalema (El Puerto de Santamaría)  

¡Qué de tiempo me paso delante del móvil! <<Un segundo, que voy a consultar la hora. Anda, mira, si tengo un nuevo like…>>. En el momento que pulso la notificación, el rato que tenía previsto aquella tarde para estudiar, se reduce automáticamente a la mitad. Es decir, lo que empieza por un simple mirar lo “publicado recientemente”, acaba por llevarme a perder el tiempo con vídeos de gatos que se asustan con pepinos o vídeos con tiernos cachorrillos de perro.

En mi pandilla cada vez somos más las adictas al móvil. Cuando les pregunto cómo les ha ido la tarde de estudio, me contestan: <<Pues me he enganchado a una serie de Netflix y no he hecho los deberes>>. Estamos pegadas a una pantalla. Como digo, ¡qué de dolores de cuello nos esperan!

Muchas veces escribimos un “jajajaja” sin una sola muestra de risa en nuestra boca. También se da el caso de personas que te regalan por wasap con todo su cariño, pero que no son capaces de saludarte cuando te cruzas con ellas por la calle. De seguir así, un emoji con el pulgar hacia arriba será la definitiva expresión de afecto que nos intercambiaremos.

Estamos cayendo el en peligro de vivir por y para la galería, con las únicas preocupaciones de si generaremos suficientes likes o qué filtro deberíamos usar en la siguiente publicación. ¿Acaso no nos baja la autoestima por no tener seguidores nuevos? Y de remate, perdemos la capacidad critica y la personalidad al seguir las propuestas de los influencers. Daríamos lo que fuera porque nuestras vidas se asemejaran a las suyas.

La vida es mucho más bonita cuando levantamos la mirada de la pantalla, porque nuestra felicidad no depende de seguidores ni likes en las redes sociales, sino del afecto de las personas que nos rodean. Así que aconsejo que cuando debamos cumplir nuestras obligaciones, apaguemos el teléfono. Ya sabemos que primero va el deber y después el placer. Fomentemos el contacto personal, porque sin él dejamos de ser humanos.