XIII Edición
Curso 2016 - 2017
Pide un deseo
Carmen Bilbao, 15 años
Colegio Ayalde (Bilbao)
Claudia salió al balcón mientras los oídos le zumbaban debido a la música alta de la fiesta que tenía lugar a sus espaldas. Miró hacia arriba y respiró hondo. El cielo estaba cuajado de estrellas aquella noche.
Vio una estrella fugaz y cerró los ojos para pedir un deseo. Gonzalo se acercó por detrás, pero al ver que cerraba los ojos no dijo nada. Se había preocupado por si estaba mareada o se encontraba mal, y había salido tras ella.
—Desearía poder visitar a mi madre en el hospital —susurró Claudia para sí misma, creyendo que nadie la oía.
Gonzalo se marchó antes de que ella se diera cuenta de su presencia.
Esa noche Claudia soñó que visitaba a su madre, a la que hacía varios meses que no veía. La última vez que estuvo en el hospital, su madre se encontraba tumbada en una camilla junto a una ventana. Tenía la piel muy pálida y sus ojos expresaban cansancio, seguramente debido a la dureza del tratamiento.
Soñaba todas las noches con volver a verla y despertaba por la mañana con la esperanza de que el gran día hubiera llegado. Pero, según su padre, mamá no estaba en el mejor estado físico y era mejor esperar. Sin embargo, los cuatro meses que llevaban sin estar juntas se le antojaban eternos y empezaba a preocuparse por si no se recuperaba.
A la mañana siguiente, tras la fiesta en la que confió su deseo a la estrella fugaz, Claudia se despertó convencida de que su padre le iba a dar permiso para acompañarle. No obstante, él la ayudó a prepararse como hacía a diario y la llevó al colegio. Se pasó toda la mañana esperando que ocurriera algo especial, pero las clases se desarrollaron al ritmo de siempre. Cuando sonó el último timbre, Claudia recogió los libros y fue a la taquilla a coger la mochila para irse a casa.
Al abrir la puerta de la taquilla, se cayeron al suelo dos papeles. Al agacharse para recogerlos descubrió que uno era una nota firmada por su padre, en la que le notificaba que su madre estaba esperando que fuese a visitarla. Le había apuntado el número de la habitación en la que se encontraba. El otro papel era un billete de autobús que la llevaría al hospital. Contempló ambos papeles con los ojos brillantes y los guardó en la mochila. Cerró la taquilla y salió a paso ligero del colegio.
Gonzalo miraba la escena arrugando entre sus manos el recibo del billete de autobús. Sonrió pensando que había hecho lo correcto y se fue a su casa.